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09 March 2008

SOLIPSISMO MODERNO VERSUS MARXISMO.

Manuel Moncada Fonseca.
Personas seducidas por las comodidades que brinda su posición al servicio del capital, ven ahora en los conceptos utilizados para criticarlo, ya no digamos en las acciones contra el mismo, algo absurdo o derivado de meras posiciones políticas que estiman, a su antojo, desvinculadas de la realidad social circundante y, por consiguiente, obsoletas. Y presumiéndose intérpretes de esa realidad (sólo que no a partir de ella misma, sino de lo que conviene al sistema que las ha incorporado entre sus adeptos) caen en el campo del idealismo filosófico –incluyendo probablemente su variante más extrema, el solipsismo o “sólo yo existo”- e ineluctablemente, en la más rancia reacción política, que las empuja a ser más papistas que el papa. Hablamos de los renegados de izquierda.

Examinemos un poco el asunto.
Cuando Lenin en Materialismo y empirocriticismo define la “materia”, anota que se trata de una categoría filosófica, pero no se queda evidentemente allí: de inmediato agrega que, con ella, se designa la realidad que circunda al hombre y que existe fuera e independientemente de su conciencia. No se pone, pues, en el plano del obispo y filósofo inglés Berkeley, quien absurdamente sostiene que todo lo que mira, huele, oye, palpa y gusta se reduce a una sensación o a un conjunto de sensaciones que, para colmo, estima propias, con lo que resbala en el solipsismo.

Las palabras, conceptos y categorías, cuando expresan a cabalidad lo que existe de forma objetiva o incluso subjetiva, no son, así, meras invenciones, ni mucho menos creaciones intelectuales antojadizas. Le sirven al hombre para hacer referencia tanto a las cosas del mundo terrenal, como a las del mundo espiritual, que reflejan a las del primero e interactúan de modo complejo con las mismas.

La humanidad viene utilizando el concepto “pueblo” (existente probablemente en todos los idiomas) desde hace mucho tiempo; ello al margen de que su origen sea o no cristiano. Lo ha hecho para designar a grupos humanos estables que comparten lengua, costumbres, creencias, territorio, idioma, etc.

Términos políticos como “izquierda” y “derecha” nacen con la revolución francesa de 1789. Pero sirven para diferenciar a los grupos políticos que defienden los intereses de los pueblos de aquellos que los atacan o niegan. El “centro”, en cambio, se refiere a una fuerza política que termina bateando a la izquierda o, primordialmente, a la derecha. Por su identificación política pantanosa actúa como fuerza vergonzante.

“Clase social” es un término destinado básicamente a distinguir a los grandes grupos humanos que son dueños de los medios de producción y de vida y se enriquecen a costa del trabajo ajeno (lo que los convierte en explotadores), de los que no poseen otra cosa que su fuerza de trabajo y se ven obligados a trabajar para otros, vendiendo, para sobrevivir, esa peculiar “pertenencia” que el capitalista utiliza para generar plusvalía a su costa (lo que los vuelve explotados).

“Lucha de clases” sirve para expresar el conflicto inevitable que deviene del hecho que unos hombres exploten a otros y vivan, por consiguiente, del trabajo ajeno. Las formas que adopta este conflicto son múltiples porque su existencia se expresa en todos los aspectos de la vida social.

“Capitalismo” es la palabra que define al sistema explotador contemporáneo. Globalización neoliberal” a la forma actual que adopta el mismo, caracterizada por el dominio de las transnacionales a escala global; es el dominio imperialista que Lenin define como etapa superior del capitalismo, sólo que hoy se encuentra en otro peldaño de su desarrollo.

Pero cualquiera que sea la etapa de desarrollo que haya alcanzado, el sistema capitalista, por cuanto su objetivo no es otro que la constante generación de ganancias -como forma metamorfoseada de la plusvalía-, y no la satisfacción de las necesidades humanas, “desarrolla el proceso social de producción «minando simultáneamente las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el obrero»”. (Marx, citado por Michael Lebowitz, en “Las necesidades del capital frente a las necesidades de los seres humanos” http://www.lahaine.org/index.php?p=24192.) No en vano, el éxito sin precedente que acusa el crecimiento productivo de las últimas décadas tiene como contraparte el continuo aumento del desempleo. Y se calcula que, a largo plazo, el mundo desarrollado solo demandará el 20% de la fuerza laboral. Significa que el 80% restante, desde una óptica estrictamente económica, se verá convertido en masa superflua. (Nieves y Miro Fuenzalida. La trascendencia del capital. http://www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=3691)

Prosigamos:
“Socialismo” es la palabra, que la derecha, sus ideólogos y nuevos adeptos quisieran ver desaparecer del mapa en tanto que encierra la existencia de un sistema social basado, esencialmente, en la propiedad social de los medios de producción y en la hermandad de los hombres entre sí. Por lo mismo, para los pueblos, encierra la esperanza permanente de un mundo mejor.

Conceptos como los que hemos usado en este escrito tienen vigencia indudable, no porque se le ocurran a alguien, sino porque atañen a fenómenos predominantes del mundo actual. Los pueblos de la tierra siguen siendo explotados y se someten cada día más al hambre, miseria, desempleo, despojos, invasiones, amenazas, mentiras, hipocresía, corrupción globalizada y local, cantos de sirena mediáticos y “espirituales”. A ello se agrega el hecho que sufren las consecuencias derivadas del afán consumista de Occidente. De esta suerte, su lucha de clases, en cualquier forma que se manifieste, tiende a volverse anticapitalista, antimperialista, antiglobalizante, antineoliberal, prosocialista y proambientalista.

Esto pesa mucho más que el temor al imperio que muestran ciertos intelectuales progresistas, que los hace estimar al antiimperialismo dañino para los pueblos. Con ello, invierten por completo la realidad, porque en definitiva, es el imperialismo -o si se prefiere, la globalización neoliberal- lo que provoca hoy las mayores desdichas a la mayoría aplastante de la humanidad y las amenazas sin precedentes a su existencia...

Colocarse en un plano de contemplación de la realidad que envuelve al mundo, o en el de sólo interpretarla del modo que se quiera, no sólo no sirve a la transformación de la misma en algo distinto, sino que se torna el camino más seguro hacia el averno. Equivale a aceptar de brazos cruzados la debacle que amenaza a la sociedad humana.

Al respecto Alan Woods acota: “En el próximo período, o la clase obrera toma en sus manos el funcionamiento de la sociedad, sustituyendo el decrépito sistema capitalista con un nuevo orden social basado en la planificación armoniosa y racional de las fuerzas productivas y el control consciente de hombres y mujeres de su propia vida y destino, o nos enfrentaremos con una espectáculo espantoso de colapso social, económico y cultural” (Alan Woods. Civilización Barbarie y la visión marxista de la Historia. http://militancia.org/index.php/2005/07/03/civilizacion-barbarie-y-la-vision-marxista-de-la-historia-por-alan-woods-parte-ii/).

Ricardo Alarcón, por su parte, apunta: sintiéndose a la defensiva, cercado por el avance de los pueblos, Estados Unidos ha implantado “un régimen que es capaz de recurrir a todo”. Los gobernantes de este país, prosigue, “no son omnímodos, pero tienen suficiente fuerza para destruir la Tierra y destruirnos a todos nosotros. Por eso, en un momento de auge de las aspiraciones revolucionarias particularmente en América Latina, en un momento de grandes posibilidades y también de enormes desafíos, necesitamos mucho pensamiento, mucha reflexión y sobre todo mucha unión.” (Ricardo Alarcón. “Leer el lenguaje del enemigo”. http://www.lahaine.org/index.php?p=24073)

Fukuyama estimó muerto y enterrado al socialismo y al marxismo (la doctrina que lo ha definido, sobre bases científicas, como necesidad histórica). Pero los hechos se han encargado de demostrar fehacientemente la necesidad perentoria de este sistema social y, por ende, de la teoría revolucionaria. Sobre el particular, Marcelo Colussi escribe:

“… el marxismo encarna el sentimiento generalizado de querer vivir mejor, de ser más felices, todos, sin que esa búsqueda implique ir contra nadie. ¿No tenemos, todos, ese derecho acaso? ¿No tenemos, todos, el derecho a vivir con dignidad, de disfrutar la vida, de no ser explotados por nadie, de ser seres libres? ¿No tenemos, todos, el derecho a ser felices? “Marxismo”, en definitiva, no es sino el sinónimo de esa búsqueda. ¿Por qué habría de estar obsoleta esa idea entonces? Mientras siga habiendo injusticias en el mundo, seguirán las luchas para afrontarlas y terminarlas. El marxismo es la expresión de esas luchas, así de simple. ¿Por qué habría de perder vigencia si el mundo aún sigue siendo profundamente injusto?” (Marcelo Colussi. “Por el derecho a ser felices. Vigencia del marxismo”. (http://www.argenpress.info/nota.asp?num=045851&Parte=0).

Lejos, pues, de negar la realidad como hecho transformable (actitud propia de quienes se limitan a contemplar o interpretar el mundo), o como realidad objetiva (actitud propia de los idealistas filosóficos y, particularmente, de los solipsistas de siempre), el marxismo reafirma la lucha de clases -que existe objetivamente y no se reduce a tiros y pedradas- como vía de tránsito de la prehistoria a la verdadera historia que se inicia, al menos como embrión, a partir del socialismo.

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El anterior escrito no refleja necesariamente la postura política e ideológica de EL MACARENAZOO, por lo tanto no se responsabiliza del mismo.

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