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16 March 2008

Colombia: Para que no quede oculta el alma de los hechos.

Por: Rodrigo Granda*
Mi nombre es Rodrigo Granda. Mis compañeros me llaman Ricardo. Soy un ciudadano colombiano que nació hace 58 años en un pueblito olvidado del departamento de Antioquia llamado Frontino. Mi padre era un hombre polifacético. Proveniente de una familia de mineros y arrieros, fue profesor, alcalde, topógrafo, minero y pintor. Perteneció al Partido Conservador sin ser «godo», (1) pues en Colombia se nacía siendo conservador o liberal.

Me llamaba la atención que, siendo conservador, él jamás ocultó su permanente crítica a la alta jerarquía de la Iglesia Católica, pues se percató que ella estaba ligada al poder terrenal del gran latifundio, que actuaba como sostén y usufructuaria de privilegios, y que era oscurantista y retrógrada.

Sobre la relación entre la membresía en el Partido Conservador y la actitud general ante la vida de mi padre, podría decirse que era como «si el diablo estuviera haciendo hostias», porque su pensamiento y práctica social eran muy adelantados para su época. Luego, en los años sesenta, ingresó en la Alianza Nacional Popular (ANAPO), el movimiento político fundado por el general Gustavo Rojas Pinilla. Rojas Pinilla llegó a la Presidencia de la República en 1953, mediante un golpe de Estado contra el mandatario conservador Laureano Gómez (1950-1953). El golpe de Rojas Pinilla contó con el apoyo de la dirección y la militancia del Partido Liberal, y de una amplia base social formada por trabajadores del campo y la ciudad, quienes lo vieron como un segundo «libertador» (el primero fue Simón Bolívar), porque la política seguida por los conservadores contra los liberales y los comunistas era exterminarlos a «sangre y fuego». Así lo proclamaba el propio Gómez. Por entonces, se iniciaba la «primera violencia», de 1946 a 1953, desatada por la oligarquía liberal-conservadora, que costó trescientos mil muertos a nuestro pueblo.

Con la llegada de Rojas Pinilla al poder, la gente pensaba que se detendría la violencia y se emprendería un modelo de desarrollo económico independiente. Su divisa era: «Pan, Paz, Justicia y Libertad». Luego el General se convierte en dictador, ilegaliza a los comunistas, impone la censura de prensa, cierra el Congreso y nombra una Constituyente «de bolsillo» para perpetuarse en el gobierno. Los liberales y conservadores, que ven amenazados sus privilegios e intereses políticos y económicos, se unen contra Rojas, lo derrocan en 1957 y él se asila en España. En la década de 1960, Rojas Pinilla regresa al país y funda la ANAPO, basada en el caudillismo, la demagogia y el populismo, que atrae la atención de grandes masas que, de nuevo, creen ver en él a la persona capaz de efectuar los cambios que reclamaba Colombia.

Mi madre proviene de una familia adinerada ligada a la tenencia de la tierra. Mi abuelo materno era uno de los principales terratenientes del occidente antioqueño. Con dinero y algunos conocimientos de medicina, se ganó el respeto de los potentados y la obediencia de la peonada sometida a las relaciones de carácter feudal imperantes en aquella zona a comienzos del siglo XX. En virtud de la holgura económica de la familia, la niñez de mi madre fue la de una princesa. Nada le faltó en su infancia. A «lomo de indio» era transportada por los agrestes caminos de la montañosa y vieja Antioquia. En la actualidad, la Feria de las Flores, en Medellín, es un recuerdo de aquella época, solo que en vez de cargar personas, como hacían antes, los silleteros (antes indios) cargan en sus espaldas las más variadas y hermosas flores de la comarca. Mi madre conserva sus costumbres aristocráticas, aunque ya la holgura económica no existe. A diferencia de mi padre, es católica practicante. Si el «cielo» se ganara por lo que la gente reza, ella ya tendría asegurado un sitio. De eso no me cabe la menor duda. Todas las madres, para mí, son unas santas.

Desde temprana edad tuve sensibilidad social y gran sentido de la solidaridad con los desvalidos. Lo hacía como algo natural, porque me nacía de forma espontánea. A los 11 años escuchaba por la radio, grabada en aquellos viejos discos de acetato, la serie Caudillos y Muchedumbres. Esa seria era una colección de las mejores intervenciones de Jorge Eliécer Gaitán, el gran orador y caudillo liberal asesinado el 9 de abril de 1948 por la oligarquía liberal-conservadora, acontecimiento que desata la violencia que aún persiste en el país. También escuchaba los discursos de Laureano Gómez, gran admirador de la falange española, a quien apodaban «el monstruo» por sus prácticas sanguinarias, y de Gilberto Alzate Avendaño y Silvio Villegas, formidables oradores y senadores del Partido Conservador.

Ya en ese momento había triunfado la Revolución Cubana. Muchos de los contrarrevolucionarios que emigraron de ese país fueron a Colombia y los llevaron a los colegios de secundaria para que dictaran conferencias sobre los males que el comunismo traería a Cuba. En el Colegio Marco Fidel Suárez, de Medellín, asistí a varias «conferencias» de aquellos repulsivos sujetos, que recibían el rechazo de quienes cursábamos los últimos años del bachillerato. Recuerdo que hablaban de «fusilamientos sin juicios», de «madres a quienes el gobierno les quitaba los hijos recién nacidos», de «personas a quienes les confiscaban los relojes, las cadenas de oro, los automóviles, las viviendas y otras propiedades» y que «todo el que protestaba era ejecutado en el acto». En síntesis, eran tantas las calumnias y los improperios que quise conocer la verdad, y así comencé a escuchar Radio Habana Cuba.

Los discursos de Fidel Castro me impactaban con fuerza huracanada. Nombres antes extraños se me hicieron familiares: me refiero a héroes de la joven revolución como Camilo Cienfuegos, el Che Guevara, Ramiro Valdés, Haydee Santamaría, Melba Hernández y Vilma Espín, y a mártires como Abel Santamaría, Frank País y muchos otros. De corazón, quería que lo que se hacía en Cuba lo repitiéramos en Colombia, pero no tenía la más remota idea de por dónde empezar. En mi ingenuidad y falta de conciencia revolucionaria, le creía a todo el que hablaba de revolución y de cambio, aunque no tuviera un proyecto claro, ni que sus palabras concordaran con lo que practicaban. Lo más radical que conocí entonces fue la ANAPO, en cuya organización juvenil ingresé porque ese movimiento, para mí, lo componía el pueblo, y ese movimiento ganó las elecciones de 1970 con Gustavo Rojas Pinilla como candidato a la Presidencia de la República.

La elección presidencial de 1970 le fue robada a Rojas Pinilla mediante el más grande fraude cometido en la historia de Colombia. A las 8 de la noche del 19 de abril, cuando todos los conteos lo dan como ganador, el presidente Carlos Lleras Restrepo decreta el toque de queda y manda a todos los colombianos a dormir. Poco después, en la madrugada del día 20, aparece electo como presidente el conservador Misael Pastrana Borrero, candidato del Frente Nacional. Después de un insignificante forcejeo en la Nunciatura Apostólica, Rojas Pinilla transa con el gobierno, mientras el pueblo queda burlado y desengañado. Estos acontecimientos dan origen al Movimiento 19 de Abril (M 19). (2)

En 1971, me radico en Bogotá para trabajar como empleado bancario. En esa ciudad establezco mis primeros contactos con el movimiento sindical, barrial y comunal, y es allí donde conozco a miembros del Partido Comunista Colombiano (PCC). Después de estudiar su programa, pido ingreso al partido y soy asignado a una célula del barrio Restrepo, al sur de la capital. Pudiera decir que en ese momento es cuando comienzo a tener conciencia de clase, y a entender por qué y cómo se lucha. Doy los primeros pasos introductorios al marxismo-leninismo, y combino el trabajo, el estudio y la actividad política. Al PCC le debo una gran parte de mi formación, que luego continúa y se profundiza en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP). (3)

En el PCC realicé tareas locales, regionales y nacionales. En 1985 surge la Unión Patriótica (UP), a cuya dirección fui promovido en su Primer Congreso. Ese movimiento fue producto de los Acuerdos de la Uribe, firmados por el presidente Belisario Betancur y las FARC. Los acuerdos de La Uribe, cuyo lema era «Cese al Fuego, Tregua y Paz», permitían a la insurgencia participar en la competencia electoral, es decir, podían elegir sus propios alcaldes, concejales, diputados y senadores, sobre la base de que eran los funcionarios electos, en particular, los miembros del Congreso Nacional, quienes debían aprobar y hacer funcionar en la vida cotidiana los cambios que pondrían fin al conflicto armado.

La irrupción de la UP en la política colombiana fue un torbellino por el número de concejales, diputados, alcaldes y senadores que ésta logró elegir, y por la votación obtenida por su candidato presidencial, Jaime Pardo Leal, ex magistrado del Tribunal Superior de Bogotá y miembro del PCC, luego asesinado por el terrorismo de Estado en 1986. Ese torbellino asusta a la oligarquía nacional, que emprende el camino de la eliminación física de ese movimiento, sin importar los métodos empleados.

Las altas esferas del gobierno estimulan a los grupos mafiosos para que atenten contra la dirigencia de la UP y dan luz verde a las fuerzas armadas para que organicen a los grupos paramilitares, mientras los caciques políticos, los terratenientes y los sectores oscurantistas del clero, que ven amenazados su poder político y económico, comienzan a fundir sus intereses con la mafia. A pesar de que rechacé todas las presiones que ejercieron contra mi para tratar de convertirme en «intermediario» de sus planes de dividir al movimiento guerrillero, y que también rehusé las inaceptables condiciones que el gobierno planteó como requisito para excarcelar a un grupo de supuestos guerrilleros de las FARC, fui dejado en libertad, en contra de mi voluntad, el 4 de julio del año pasado. El Sr. Uribe dijo al país y al mundo que mi excarcelación se produjo por una razón de Estado, pues había recibido la petición del presidente de Francia, Nicolás Sarcozy, de liberarme de forma incondicional. Uribe agregó que no le había preguntado al mandatario francés cuáles eran las motivaciones que lo llevaban a hacer tal solicitud, y que en su decisión primó la confianza por sobre cualquier otro interés.

Yo, francamente, me encuentro entre quienes se preguntan cuál es el papel que desempeña el Presidente de Francia en esta trama. Mi convicción es que el Alto Comisionado para la Paz, por orden de Uribe, recurrió al chantaje para que yo encabezara una desmovilización, desde la cárcel, de oscuros personajes que nada tienen que ver con el movimiento guerrillero. El plan consistía en que quedasen en la cárcel los verdaderos guerrilleros, y que conmigo salieran los falsos, elegidos por el gobierno de Uribe.

Las «medidas unilaterales» del gobierno de Uribe eran parte de un meticuloso plan, cuya segunda parte consistía en rescatar, a sangre y fuego, a los ex diputados de la Asamblea del Valle del Cauca que se hallaban prisioneros de las FARC-EP en las montañas del sur del país. Con esa acción comando, el gobierno de Uribe quería hacer algo similar a la «Operación Entebbe» (5) o al rescate de los rehenes capturados por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) en la embajada de Japón, en Lima, Perú. (6) Ello se conoció cuando el día 28 de junio de 2007 la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL) informó sobre un intento de rescate de los mencionados prisioneros, ejecutado el 18 de ese mismo mes por un comando no identificado, que provocó la muerte, en medio del fuego cruzado, de 11 de los 12 prisioneros de ese grupo, que se encontraban en poder de la organización desde el 11 de abril de 2002, quienes formaban parte del grupo de 56 personas incluidas en la propuesta de intercambio humanitario.

El gobierno colombiano fracasó en lo que podemos definir como una operación militar y de propaganda, basada en un pretendido «efecto de tenaza» que se produciría entre la excarcelación unilateral de supuestos guerrilleros de las FARC, y una acción comando de rescate de prisioneros en poder de las FARC, que mostrara lo «innecesario» de un intercambio humanitario. Si el rescate hubiese dado resultado, el gobierno hubiese proyectado, por una parte, una imagen de «moderación» e «indulgencia», mediante la liberación de los «guerrilleros» que aceptaran sus condiciones, y por otra, una visión exitosa de su política belicista. Con otras palabras, si es posible derrotar a la guerrilla, no hay por qué hacer un intercambio humanitario y mucho menos emprender un diálogo de paz. En cuanto a mí, me hubiesen deportado al Paraguay para someterme a un juicio por falsos cargos de secuestro y asesinato de la hija del ex presidente Cubas.

Tras el fracaso de este plan, se multiplica el clamor nacional e internacional por el intercambio humanitario, como se expresa en las gigantescas movilizaciones del pasado 5 de julio. Nosotros lo deseamos, seguimos trabajando por él y estamos convencidos de que es absolutamente viable. Estoy convencido de que el clima internacional es muy favorable. Seguimos llamando a todos los gobiernos y pueblos del mundo, a personalidades y organizaciones en general, a que nos acompañen a lograr este noble objetivo.

Creo que los presidentes del Grupo de los Ocho reconocen la existencia del conflicto social y armado que vive Colombia. Observo que en su más reciente declaración no hablan de secuestrados sino de rehenes; noto que apoyan las gestiones de Francia, España y Suiza a favor del diálogo; constato que se refieren a las partes en conflicto, lo que constituye un reconocimiento de que las FARC-EP somos una fuerza beligerante. Por esa misma razón, concluyo que les queda muy mal seguir tildándonos de «terroristas», después de haber reconocido de forma explícita que somos un movimiento de liberación nacional.

El gobierno colombiano debe dejar su terquedad a un lado y dar muestras de la voluntad política para efectuar el intercambio humanitario. Ello no implica que se desmoronará el sistema político imperante, ni que las fuerzas armadas se sentirán derrotadas, ni que Colombia se balcanizará. Simplemente, es aceptar la solución de un problema que atañe y conviene a todas las partes. Al llegar a este punto, es preciso refutar la mentira propagada por el gobierno colombiano, de que el despeje de los municipios de Pradera y Florida, solicitado por las FARC-EP, sería por tiempo indefinido. Ese despeje sería solo por entre 45 y 60 días, tiempo suficiente para dar seguridad a los guerrilleros, al gobierno; a los países, a las organizaciones y a las personalidades acompañantes; y a los retenidos de uno y otro bando. El despeje de esos municipios es, pues, una necesidad imperiosa.

* Rodrigo Granda (Ricardo) es combatiente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo, miembro de su Comisión de Relaciones Internacionales, de la cual fue su representante de mayor nivel jerárquico en el exterior hasta el momento de su secuestro, razón por la cual se le conoce como el Canciller de las FARC-EP.

(1) Término que se designa a los elementos más reaccionarios de ese partido. [N. del E.]
(2) El M19 fue un movimiento insurgente inicialmente formado por jóvenes provenientes de la ANAPO, que se desmovilizó en 1991 y se transformó entonces en la Alianza Democrática – M 19 (AD-M19). En la actualidad, una parte de sus antiguos cuadros y dirigentes, entre ellos Antonio Navarro Wolf, forman parte, junto con otros partidos y organizaciones políticas y sociales, del Polo Democrático Alternativo (PDA). [N. del E.]
(3) En su VII Conferencia Nacional de Guerrilleros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia adoptan la decisión de convertirse en Ejército del Pueblo, por lo que, en lo adelante, su nombre es Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP).
(4) Tomado de El Mundo Internacional del 25 de mayo de 2007, en http://www.elmundo.es/
(5) Se refiere a la operación de rescate de más de cien rehenes israelíes y judíos de otras nacionalidades, realizada por comandos especiales de las fuerzas armadas de Israel, en julio de 1976, en el aeropuerto de Entebbe, Uganda. [N. del E.]
(6) Se refiere a la operación de rescate de los 72 rehenes que el MRTA mantuvo durante cuatro meses en la residencia del Embajador de Japón en Lima, realizada por comandos especiales de las fuerzas armadas peruanas en abril de 1997. [N. del E.]
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El anterior escrito no refleja necesariamente la postura política e ideológica de EL MACARENAZOO, por lo tanto no se responsabiliza del mismo.

1 comment:

Anonymous said...

Mientras no aprendamos de la historia, cometeremos los mismos errores de antaño y la rueda del destino repetirá los males...Gaitan vive, aun a pesar de quienes quisieron cercenarle...
En su tumba, paz

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