El triunfo electoral de Samuel Moreno Rojas, es una muestra fehaciente del resucitar del populismo que fuera truncado con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, y el fraude electoral y la muerte política de su abuelo, el General Rojas Pinilla.
Por Maureén Maya.
Dentro de la simbología colectiva, que hoy muchos estudiosos pretenden deshilvanar para comprender cómo en la elección de Samuel Moreno Rojas como alcalde mayor de Bogotá, resurge algo que se ha dado en llamar el populismo científico, - en palabras del profesor Germán Zabala - se evidencian señales claras que nos indican, con racional esperanza, que no todo está perdido. Lo robado será recuperado y los procesos históricos abortados, finalmente encontrarán su cauce para abrir el camino hacia la consolidación de un Estado mucho más acorde a las demandas de la actualidad, no sólo de un país fragmentado y hastiado de naufragar sin esperanza de puerto seguro en las turbulentas aguas del desespero, el miedo y la violencia, sino de un globo, por gracia de la informática, las comunicaciones, el triunfo del neoliberalismo y la caída del comunismo unificado como una pequeña y enorme aldea. Ya no es posible apostarle a la construcción de un genuino Estado Social de Derecho si no somos capaces de revisar nuestro pasado, pasar y cerrar las páginas sangrientas de nuestra historia que por cobardía y comodidad no nos hemos atrevido a confrontar, para desafiar el horror vivido, recuperar el sentido de la justicia y propiciar el tan mencionado duelo colectivo que como sociedad estamos en mora de realizar.
Dentro de la simbología colectiva, que hoy muchos estudiosos pretenden deshilvanar para comprender cómo en la elección de Samuel Moreno Rojas como alcalde mayor de Bogotá, resurge algo que se ha dado en llamar el populismo científico, - en palabras del profesor Germán Zabala - se evidencian señales claras que nos indican, con racional esperanza, que no todo está perdido. Lo robado será recuperado y los procesos históricos abortados, finalmente encontrarán su cauce para abrir el camino hacia la consolidación de un Estado mucho más acorde a las demandas de la actualidad, no sólo de un país fragmentado y hastiado de naufragar sin esperanza de puerto seguro en las turbulentas aguas del desespero, el miedo y la violencia, sino de un globo, por gracia de la informática, las comunicaciones, el triunfo del neoliberalismo y la caída del comunismo unificado como una pequeña y enorme aldea. Ya no es posible apostarle a la construcción de un genuino Estado Social de Derecho si no somos capaces de revisar nuestro pasado, pasar y cerrar las páginas sangrientas de nuestra historia que por cobardía y comodidad no nos hemos atrevido a confrontar, para desafiar el horror vivido, recuperar el sentido de la justicia y propiciar el tan mencionado duelo colectivo que como sociedad estamos en mora de realizar.
Las anteriores administraciones locales, nos han indicado a su turno, que se puede ejercer administración con eficacia, que existen ciudadanos a los cuales no se les pueden desconocer sus derechos y han de ser asumidos como prioridad en el desarrollo de cualquier política pública. Luchó Garzón nos indicó que habían excluidos y a ellos apuntó su máxima atención. Ahora el reto de Samuel será el de generar una participación amplia, equitativa, propositiva y sobre todo, plural. Es lo que hoy pide Bogotá.
Y es allí donde sin duda podrán jugar eficazmente los rezagos de una ANAPO abortada en su mejor momento, tal como lo demostraron en las pasadas elecciones del 28 de octubre, cuando ese pueblo hastiado, fatigado y marginado, decidió salir a votar en familia para acompañar a la Capitana y para reivindicar su voluntad tras el gran fraude electoral de 1970. Quizás sea posible admitir entonces, que cerca de la tercera parte de los electores que votaron por Samuel, pertenecían a la corriente de la ANAPO, -algunos de los cuales, no acudían a las urnas desde hace varias décadas- a ese pueblo silenciado y alejado desde entonces, del acontecer político nacional.
La fuerza de la ANAPO está en las masas populares, lo saben tan bien los anapistas, como ahora el mismo presidente Uribe, quien antes de las elecciones no lo sabía y cuya ignorancia le produjo enormes costos políticos. El PDA, si no lo sabe aun, sí debería considerarlo, porque es claro que si no se extiende un puente entre esa ANAPO victoriosa y ese cada vez más fuerte partido de oposición que es el PDA, para responder a las ansías populares reprimidas durante tanta décadas, aparecerá un tercero que sí lo haga. El PDA debe acercarse más al pueblo, tocarlo, participar en sus iniciativas y recoger sus semillas para ayudar en su germinación. Deberá tolerarlo, abrazarlo y quizás hasta besarlo como lo hacía el cura guerrillero Camilo Torres, con inmenso amor y genuina entrega, como suele recordar Hernando Gómez Serrano.
Si el PDA no empieza un trabajo social, arduo, contundente, de impacto, otro lo hará y Uribe ya empezó. Porque otra razón ahora avala y hasta defiende la construcción del metro en Bogotá. Porque otra razón le ha dado por realizar sus circos de pan conocidos como Consejos Comunitarios en la mismísima capital del país, justo ahora cuando debe reconocer que ha perdido terreno, que por más que quiso frenar lo inevitable, naufragó y contribuyó con su torpe arrogancia a lograr justo lo que no quería.
La ciudadanía rodeó a Samuel, lo apoyó porque lo vieron débil y maltratado ante la embestida presidencial perfectamente acolitada por varios medios masivos de comunicación, lo rodeó porque Peñalosa producía escalofríos en algunos sectores que aunque no dejaban de reconocerle los avances de su administración, no aceptaban la injerencia presidencial, la exclusión oligarca que en él adivinaban, porque a nadie le gusta sentirse usado ni manipulado, porque muchos, más de los que se piensan, ven en Samuel el resurgir de ese populismo que intentó desarrollar su abuelo, la oportunidad de cobrarse una viaja deuda histórica, sin la que sería imposible pasar la página y generar, una verdadera revolución política y social.
Ahora le corresponde a Samuel, a la ANAPO, al PDA e incluso a la ciudadanía bogotana, empezar a rodear los procesos organizativos populares, a través de los cuales el nuevo alcalde podrá afianzar una a una todas sus iniciativas.
Al parecer es la hora del poder popular. Ojala Samuel y las fuerzas políticas que lo rodean lo sepan entender generando una verdadera, limpia y firme participación social.
La ciudadanía rodeó a Samuel, lo apoyó porque lo vieron débil y maltratado ante la embestida presidencial perfectamente acolitada por varios medios masivos de comunicación, lo rodeó porque Peñalosa producía escalofríos en algunos sectores que aunque no dejaban de reconocerle los avances de su administración, no aceptaban la injerencia presidencial, la exclusión oligarca que en él adivinaban, porque a nadie le gusta sentirse usado ni manipulado, porque muchos, más de los que se piensan, ven en Samuel el resurgir de ese populismo que intentó desarrollar su abuelo, la oportunidad de cobrarse una viaja deuda histórica, sin la que sería imposible pasar la página y generar, una verdadera revolución política y social.
Ahora le corresponde a Samuel, a la ANAPO, al PDA e incluso a la ciudadanía bogotana, empezar a rodear los procesos organizativos populares, a través de los cuales el nuevo alcalde podrá afianzar una a una todas sus iniciativas.
Al parecer es la hora del poder popular. Ojala Samuel y las fuerzas políticas que lo rodean lo sepan entender generando una verdadera, limpia y firme participación social.
*****
El anterior escrito no refleja necesariamente la postura política e ideológica de EL MACARENAZOO, por lo tanto no se responsabiliza del mismo.
No comments:
Post a Comment