Opinión.Guillermo Andrés Castro Rozo.
Hace dos años, en Corea del Sur, la homosexualidad fue eliminada de la lista de actos “socialmente inaceptables” de la comisión de Protección de la Juventud. En esta sociedad supremamente conservadora, eliminar un tabú de esta naturaleza fue considerado como un éxito de la comunidad gay del país; en los albores del siglo XXI aún se consideraba como un acto mal visto, ¡apenas en el 2004 se dejó de pensar así! Si en este país asiático, abierto a la tecnología y la modernidad propia del actual sistema globalizador, en un sitio sudamericano como Colombia se puede divagar mucho al respecto… Este artículo esbozará un aspecto de la problemática, la adopción por parte de parejas homosexuales, discusión centrada en este país.
Primero se podría seguir por la línea internacional. Si en Corea del Sur hablar de relaciones con personas del mismo sexo era considerado hasta hace poco un acto “socialmente inaceptable”, en China puede existir una discriminación muy parecida: Para empezar con el tema de la adopción, es necesario decir que este país ocupa la casilla número uno en el escalafón de países con más niños para prohijar, pero las leyes establecen que los padres en potencia deben ser matrimonios (la condición de matrimonio va a ser manejada en las siguientes líneas como heterosexual, a menos que se diga lo contrario); sólo existe un límite de 8 % para personas que quieran adoptar y que vivan solas, pero estos solicitantes tienen que demostrar no ser homosexuales, de lo contrario se niega la solicitud en forma rotunda.
En la misma línea china, los siguientes países de donde proceden la mayor cantidad de niños, también sólo aceptan matrimonios o a personas solas para niños mayores o con deficiencias. Estos países, en su orden descendente, son Rusia, Ucrania y Colombia. Países en donde se ataca con fervor a las comunidades lesbianas, gay, bisexuales y transgeneristas (LGBT)[i].
Bélgica y Holanda son los únicos países donde las parejas homosexuales pueden acceder al matrimonio; pero mientras en el primero la ley no permite la adopción a estas parejas, en el segundo, sí. Ahora bien, el inconveniente para las parejas holandesas radica en que no existen suficientes niños adoptables en este país y los países poseedores de niños (para ser adoptados) no aceptan esta clase de uniones como futuros padres; anteriormente se colocó el ejemplo de China precisamente por este motivo. Otros países donde los homosexuales pueden adoptar, como pareja y no como matrimonio, pues la ley no es aún tan laxa en ese sentido, son Gran Bretaña, algunos estados de Estados Unidos, Suecia y la comunidad de Cataluña; en esta parte surge el mismo inconveniente: Exceptuando Gran Bretaña y Estados Unidos, apenas hay niños adoptables nacionales en estos países. Las parejas homosexuales estadounidenses e inglesas no adoptan de sobremanera, pese a que en estos países hay numerosos niños adoptables.
Iniciemos escuetamente en Colombia, el país que más niños da en adopción en América Latina, cerca de 3.500 cada año. Los padres tienen que vivir en matrimonio o ser personas que sustenten su heterosexualidad, en este caso sólo podrán prohijar niños mayores o con deficiencias (la mayoría de los postulantes en este sentido son mujeres que viven en familias monoparentales). Las normas dictadas por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) prohíben que las personas gay adopten un niño. Precisamente esta entidad atiende un promedio de 100.000 niños y, al mismo tiempo, dicta las medidas a seguir a un total nacional de ocho instituciones privadas que funcionan como casas de adopción. Aquí viene la primera paradoja: El Icbf ordena que la edad máxima de un aspirante que quiera adoptar sea de 55 años para niños mayores de siete, y de 38, para bebés; asimismo dicta las reglas y perfiles de los aspirantes, pero en ningún momento colabora económicamente con las casas de adopción privadas (que deben cumplir estas órdenes).
Las ocho instituciones están ubicadas en Bogotá (5), Medellín (2) y Cali (1). Bienestar Familiar no colabora porque, según lo comenta Carlos Marulanda de la Fundación Los Pisingos, “en Bienestar hay quienes lo ven como una venta de niños, en vez de fortalecernos como instituciones de ayuda a la niñez” y en un país donde las cifras son tan desgarradoras y el Estado vende la salud al mejor postor y el futuro a la mejor transnacional, instituciones de este tipo deberían ser bases tutelares de amparo. ¿O acaso el Icbf puede contener estas cifras?: Según la encuesta nacional de demografía 2005, el 4% de los menores son huérfanos, 3 de cada 10 hogares son sostenidos sólo por una madre soltera, 1 de cada 4 niños crece sin papá; según el DANE, el 26,7% de los niños menores de 5 años vive sólo con la madre; Según Gonzalo Gutiérrez Lleras, director de la fundación del Centro para el Reintegro y atención al niño (CRAN), cada año son abandonados 5 mil niños; la mitad del millón de nacimientos anuales que hay en Colombia no son deseados por las madres, según la UNICEF; veinte mil niños menores de un año mueren anualmente; incluso, las mismas cifras del Icbf dan cuenta de que la tasa de abandono de niños está calculada en 12 por cada 100.000 menores de 18 años (hay 17 millones de menores de 18 años). Es improbable que el gobierno garantice la subsistencia de tantas personas, por los trámites gubernamentales corruptos y otras perlas, pero para ello hay casas de adopción (insuficientes, por supuesto) o eliminar tanta restricción a los padres aspirantes…
La edad de los aspirantes, por ejemplo, corresponde analizarse más concienzudamente; el tiempo de aprobación debe ser acelerado (pues mientras acá el proceso dura más de un año, en Guatemala, por ejemplo, dura tres meses); debería concebirse la posibilidad de que los gay puedan adoptar… En este punto el Icbf y la mayoría de casas de adopción tienen discrepancias, mientras el primero propende por la exclusión y criminalización de la conducta LGBT no reconociendo derechos de este tipo, las segundas aceptan en pro del beneficio de los niños, así lo expresa Gonzalo Gutiérrez: “Mientras las personas nos garanticen que tienen la motivación adecuada y van a amar al niño, no discriminaría por su origen…” Muchas personas piensan así. El amor por delante y no falsos prejuicios de por medio, aunque bien puede pasar que así como en Gran Bretaña y Estados Unidos ocurre, después de legalizada una situación semejante, las parejas homosexuales sean discretas y no adopten masivamente. Legalizar la adopción en parejas homosexuales no es colocar a la sociedad en un estado libertino, sino que es la posibilidad para controlar tanta miseria e indigencia nacional.
Y en este país endosado al sagrado corazón sí que hay opositores a tales medidas. Por ejemplo este artículo está inspirado en la columna titulada “¿Y por qué no la adopción para parejas homosexuales?” de Ángela Marulanda, autora y educadora familiar, en El Tiempo (26 de marzo de 2006). A través de este escrito, Marulanda deja planteada su postura para no otorgar niños en adopción a los homosexuales; más adelante refutaré algunos puntos de ese artículo. Este país católico tiene su fuerza opositora en la Iglesia como cabeza articuladora, negándoles cualquier derecho a la comunidad LGBT; así lo expresa Rubén Darío Bravo, lector de El Tiempo el 26 de febrero: “Llama la atención que critiquen con tanto ahínco las uniones de los gays (y lo que eso conlleva, adopciones, pronunciamientos y actos públicos, etc.) pero se hacen los de la vista gorda en cuanto a los delitos de pederastia cometidos por ciertos miembros de la Iglesia”. Además, a propósito del matrimonio gay, Antanas Mockus como candidato presidencial comentó: “Es una forma de defender las libertades individuales”, en un país con un supuesto estado de derecho.
El gobierno, pues, claramente viola el artículo 44 de la constitución nacional, ya que este dice: “Son derechos fundamentales de los niños: La vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y el amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación y trabajos riesgosos” ¿Por qué lo incumple? La vida parece no valer mucho porque ni la integridad física, ni la salud, ni la seguridad social, ni una alimentación adecuada se respetan; ahí está sólo un ejemplo: La atención al desplazamiento forzado, la situación de 600 niños en la localidad de Bosa en Bogotá (por ser desplazados estos menores no gozan de tales beneficios). Otro punto que reza el artículo 44 es el derecho de tener una familia con amor… el Estado puede estar violando este mandato al impedir que ciudadanos corrientes brinden cariño paternal a alguien que no lo ha recibido, al prohibir ser homosexual para poder criar un hijo.
Y aquí viene el primer punto para refutar a Ángela Marulanda. Ella afirma que en el país “hay muchos más solicitantes que menores para adopción”. ¿Está insinuando que vivimos en una región holandesa, donde conseguir niños es tan complicado? ¿Está insinuando que la población infantil está siendo bien atendida mientras las personas (al parecer, por millares) gestionan papeles y esperan que se les dé un hijo? ¿No hay menores para adopción? Primero, Colombia ocupa el cuarto puesto a nivel mundial donde más se adoptan niños, esto quiere decir que efectivamente hay menores en cantidades altas buscando una familia. No creo que la afirmación de Marulanda esté sopesada, seguramente a ella ningún niño le ha pedido plata en un semáforo (o en la calle, pues se ufana de hacer labores sociales); de pronto ella no conoce las cifras de niños desnutridos que hay en el país, 12% para menores de 5 años, 12,6% para las edades entre 5 y 9, y 16% entre 10 y 17 años. De pronto ella no conoce esta realidad, el mundo de los niños sin hogar, un país donde hay “más solicitantes que menores para adopción”.
Entonces, siguiendo las órdenes de la experta familiar, será necesario plantearse la pregunta: ¿Qué es adoptar? Realizar papeleo en las oficinas gubernamentales y esperar más de un año para recibir un hijo que, en ese lapso, ha perdido amor y vida. Adoptar, indudablemente, no es acoger un niño de la calle, un menor desprotegido, apadrinar un desnutrido (pues las cifras muestran que la desnutrición crónica a nivel nacional llega al 13%); esto no es adoptar, pues hay “más solicitantes que menores para adopción”. Está muy equivocada, lo dice Gonzalo Gutiérrez: “De los 46 millones de compatriotas, no hay más de 10 mil que sepan realmente qué es la adopción”[ii]. Los menores que tienen problemas (son huérfanos, desnutridos, etc.) superan con creces esa cifra…
Otro punto que es necesario tocar, respecto al artículo de Ángela Marulanda. Dentro de sus argumentos, que sustentan la posición de no dejar niños en manos de homosexuales, escribe: “Para cualquier menor será muy doloroso ser hijo de una pareja gay porque no sólo sufrirá viendo cómo se menosprecia a sus padres adoptantes, sino que el rechazo y el estigma de que son víctimas serán extensivos a su prole en un mundo que todavía tiene grandes prejuicios en torno a la homosexualidad”. El estigma y el menosprecio a la comunidad LGBT cada día está siendo menor, lo demuestra, por ejemplo, la jornada de alegría que se celebró el 28 de junio en Bogotá; una celebración promovida por la alcaldía mayor con el nombre de “Diverciudad” (el título es bien elocuente, pero refleja la tolerancia que se debe tener en una ciudad pluricultural y, por supuesto, diversa), entre otras actividades de visibilización que viene adelantando esta comunidad. Entre otras cosas, estas acciones evidencian que ser homosexual no puede ser considerado como un acto “socialmente inaceptable”, como en Corea del Sur estaba ordenado.
La educación, como cultura ciudadana, debe generarse en una política estatal. Desde las aulas, debatir alrededor de las concepciones sexuales para construir sociedad, genera respeto del derecho de cada persona a formarse su propia identidad, y, además, promueve la inclusión de personas que por siglos han sido rechazadas. Si se propende por el mejoramiento de un currículo con estas características, el estigma y rechazo, al que teme Ángela Marulanda, serán cosa del pasado o de moralistas ultra conservadores… Esta misma educación es la que va a permitir que después de aprobada una ley con beneficios equitativos a heterosexuales y homosexuales, brindar a un niño la posibilidad de crecer feliz y en paz no sea un don exclusivo de personas que genéticamente salieron heterosexuales, sino también de la comunidad LGBT.
“Este mundo todavía tiene grandes prejuicios en torno a la homosexualidad”, Es cierto, lo comprobé al leer una columna titulada “¿Y por qué no la adopción para parejas homosexuales?”, de Ángela Marulanda. Este mundo, en cabeza de esta clase de personas sigue criminalizando el hecho de nacer distintos (¿o será mejor decir “diferente”?), son los mismos que justifican los muertos civiles, con tal de “mantener la normalidad”, en las protestas justas de los campesinos, indígenas, estudiantes, etc. Son esa clase dirigente y arrastrada que promueve la guerra para encontrar la paz. Si este pensamiento retrograda se mantiene el vaticinio de Gonzalo Gutiérrez se puede hacer realidad: “Yo lo que siento es que en el 2015 la foto de la niñez colombiana, abandonada, desprotegida, maltratada no va a ser mejor”. O de pronto no se cumpla tal predicción, al fin y al cabo hay tantos solicitantes para adoptar que ellos podrán ser los héroes del futuro…
APOSTILLA: Las casas de adopción son ciertamente muy cuestionables. Uno de los puntos que enfrasca la pelea con el Icbf es que las instituciones privadas exigen ayuda del gobierno para mantener a los niños. Por ejemplo, exigen que se les costee parte del millón 400 mil pesos promedio mensual que cuesta sostener un niño. Uno se pregunta: ¿Tanto en un mes? Es una cifra que excede con creces el salario mínimo. En un país donde los hogares (familias enteras, niños a bordo incluso) bogotanos más pobres viven con $217.949 (El Tiempo, 2006-06-18), a las casas de adopción se les ocurre manejar más de millón y medio para un solo niño.
Realmente cabe preguntarse ¿en qué gastan esa plata, que dicen utilizar pero que reclaman al gobierno porque esto es una “institución de ayuda a la niñez” (una función del gobierno nacional)? Para cerrar, la Fundación “Ponte en mi lugar”, que no es una casa de adopción, ayuda a 300 niños (100 abandonados y 200 habitantes de El Cartucho, sobretodo) con un presupuesto general de $290.000 al año. Señor lector, haga cuentas de lo que le tocaría a cada niño al mes y compárelo con el millón y pico que utiliza una institución como el CRAN mensualmente en la manutención de un menor. ¿Será mejor dotar más a este tipo de fundaciones que a las casas de adopción? Las casas de adopción son una posibilidad para contrarrestar el impacto, pero se hace necesario debatir sus reglas y funcionamientos generales, aparte del juicio público a la que son sometidas por incurrir en “venta de niños”.
[i] En el caso colombiano, aunque las cifras de respeto y aceptación han aumentado considerablemente, la violencia vuelve a los homosexuales una de sus presas favoritas. Para averiguar sobre el mismo basta ver los recientes asesinatos a reconocidos gay, como es el caso del dueño de la Pantera Roja, bar exclusivo de esta comunidad, en Bogotá.
[ii] Estas opiniones están consignadas en el artículo: Las casas de adopción, al borde el cierre. Entrevista de Yamid Amat a Carlos Marulanda y Gonzalo Gutiérrez Lleras. EL TIEMPO, domingo 26 de febrero de 2006. Pág. 1-24.
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