G.A.C.R.
El programa de apoyo alimentario iniciado por la administración de Ricardo García, ex rector de la Universidad Distrital, se está convirtiendo lentamente en un foco de inanición de los estudiantes que conforman esta institución y principales beneficiados del programa. Actualmente, el programa parece cumplir el rol de defensor del rubro económico antes que de los estudiantes a la hora del almuerzo.
La Oficina de Trabajo Social de Bienestar Institucional, encargada de administrar la cantidad de almuerzos que deben llegar (una numerosa parte de los 2450 almuerzos que se supone está obligado a cumplir el contratista), en uso de sus funciones no le tembló la mano para apoyar un interés particular, antes que alimentar a los estudiantes. Esta dependencia está realizando una labor al frente del Programa de Apoyo Alimentario que está causando malestar en los beneficiados y, sobretodo, en sus estómagos vacíos. La acción que decidió llevar a cabo, como acción de represión, más que de enseñanza, es sancionar con la suspensión de un almuerzo a aquella persona que el día inmediatamente anterior no haya reclamado el almuerzo; y para que ello se haga efectivo pide al distribuidor menos almuerzos. Así, por ejemplo, la semana de la Consulta para Rector, empezó solicitando 612 almuerzos, pero el viernes sólo llegó a 500; dejando, en el lapso de una semana, sin almuerzo, a 112 personas inscritas en el Programa de Apoyo Alimentario; estudiantes con apoyo total, tipo A, o tipo B. Dicha acción no fue consultada ni avisada oportunamente a los estudiantes, sino que de un día a otro se tomó esta decisión.
Las listas son rayadas con una línea el día de la sanción, impidiendo que el estudiante pueda comprobar su asistencia dicho día; por lo tanto, cada día está destinado a rebajarse la ración del almuerzo, a tal punto que en un par de semanas apenas los almuerzos alcancen para una ínfima cantidad de personas. Esto, también, es benéfico para el licitante, que al ganar la contratación de suministro de alimentos, está obligado a cumplir con una tasa fija de almuerzos, pero que, con acciones como la emprendida por la Oficina de Trabajo Social de la Macarena, produce menos pero recibe igual: Es decir, la función pública, que debería velar por el bienestar de los estudiantes, lo está haciendo pero para el contratista; servicio al capital, defensa al rubro económico subyacente.
Una situación patética ocurrió el jueves 4 y viernes 5. El jueves el almuerzo se repartió en el parqueadero cubierto de la Macarena, en el nivel IV, ya que en el lugar cotidiano, la Cafetería de la Macarena A, se llevó a cabo la consulta sobre el nuevo rector de la universidad. Una persona denunció, al igual que cientos de indignados a quienes les paso lo mismo, que llegó a solicitar su almuerzo a las 2 de la tarde, teniendo en cuenta que supuestamente el tiempo estimado de reparto es de 3 horas (11:30 a.m. – 2:30 p.m.), como quedó estipulado al inicio del Apoyo Alimentario en la universidad, en la administración del tras anterior rector, pero, en vez de recibir la bandeja, se encontró con un lugar desolado, donde los encargados de hacer firmar la “asistencia” y los empleados que sirven el almuerzo, terminaban de comer lo poco que había. “Se acabó”, fue la respuesta. ¿”Se acabó”, es una respuesta justa, cuando cada almuerzo ya debe estar fijado, si por eso cada beneficiado pasó los papeles respectivos en las fechas estipuladas y con todos los requisitos establecidos, es decir se acogió a las reglas del sistema? ¿Y por qué se acaba? Porque, en su afán por defender los intereses privados, antes que los públicos, los encargados de la universidad piden menos almuerzos y castigan a quienes no van… los que van, pero no encuentran almuerzo, y por lo tanto no firman.
Al día siguiente, viernes, la persona que narra este acontecimiento (y que pueden ser cientos), y que el día anterior no pudo almorzar, hizo la fila de una hora, y al llegar al encargado de llevar las listas, se encontró con que estaba sancionado por no haber reclamado el almuerzo el día anterior… Esto dice mucho, no basta una sanción, sino que se está destinado a ser reprendido cada vez con mayor fuerza.
El Programa de Apoyo Alimentario, en la Macarena por lo menos, ya que en las otras facultades parece que algo similar no ocurre (todo lo contrario, mientras que en la Macarena ya no se puede “repelar” como antes ocurría, en el Vivero, por ejemplo, el “repele”, después de las 2:30 p.m. es completo: Sopa, seco, jugo), suscita a interrogar sobre el fondo del asunto:
1. Con una ración fija de 2.450 almuerzos que ya están pagados, puesto que el distribuidor ganó la licitación en cuestión y ésta tiene los rubros económicos ya fijados, surge la pregunta de por qué hay cada vez menos: Apenas la Macarena tiene una quinta parte, siendo la sede con más estudiantes. Si la Oficina de Trabajo Social ve con buenos ojos sancionar a la gente con la supresión de una comida básica del día, debería ver con crítica que el contratista es el único que está ganando gracias a sus decisiones.
2. La cantidad de almuerzos, en una universidad pública, y más exactamente siendo el objetivo del Programa de Apoyo Alimentario (solventar las necesidades básicas de los estudiantes de la UD, para impedir su deserción), debe aumentar: No es posible que ya ni siquiera se estanque, sino que se quiten almuerzos de una manera arbitraria, sin consultar, autoritaria.
3. Ahora bien: Los beneficiados se acogieron a las reglas, que eran de por sí grandes imposiciones. El papeleo efectuado por cada uno para ser uno de los favorecidos requiere de tiempo y dinero; la cantidad de papeles también debe hacer pensar a quién favorece la universidad, si a un puñado de personas que pudieron hacer el papeleo, o a otro grupo que no, pero que tal vez tenga más necesidades que las otras. Un solo papel, de la inmensa cantidad, puede costar sacarlo, de primera, unos $10.000; es el certificado de ingresos expedido por un contador a un trabajador independiente. Los otros papeles son burdos: El recibo de pago, la sábana de notas, la fotocopia del carné, el certificado de estrato socio – económico, un recibo de servicio público, una foto, una carpeta… Si alguien que se acogió a esta normatividad es castigado con la supresión de su alimento, entonces puede pensarse en otra cosa, que todos almuercen, que sólo se pida lo mínimo: El carné estudiantil, firmar si es el caso y cumplir con la ración que le corresponde a la Macarena, al mismo tiempo que se hace una labor realmente social.
4. Las reglas para acceder al Apoyo, por lo tanto, son obsoletas, y no reflejan el verdadero sentir del estudiantado, que es quien debería elegir la correcta forma en la que los almuerzos llegan a quien verdaderamente necesite comer.
5. Las sanciones de este tipo no son pedagógicas, no educan. Se sancionan en el transcurso de una semana a 112 personas, que tuvieron uno u otro motivo para fallar, motivo insignificante pues a Trabajo Social no le importa y con un rayón cree solucionarlo. Ahora bien, se viene una avalancha de medidas autócratas si no se hace algo ahora: Según lo expresaron internamente algunos encargados de distribuir el almuerzo, están pensando seriamente en impedir a aquellas personas que tengan un promedio inferior a tres; esto en realidad, justificaría que el Programa de Apoyo Alimentario desde hace rato perdió sus fines y que si quien debería ser el público objetivo es rechazado, cualquier otra arbitrariedad corrupta se puede esperar.
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El autor se responsabiliza por el anterior artículo.
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