POR: Manuel Humberto Restrepo Domínguez. Profesor Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
Por primera vez en lo corrido de los siglos XX y XXI en Colombia se elige un presidente con la formula de la reelección. La misma que condenó el hoy elegido presidente, al comienzo de su mandato para señalar las características de un buen gobernante, que no se amaña en el poder. Sin duda es difícil derrotar por las urnas a un presidente-candidato. En la América próxima se destaca el caso de Fujimori, hoy enjuiciado por crímenes y corrupción durante sus repetidos mandatos. Una cosa es clara: Ningún gobernante es realmente puesto en cuestión mientras gobierna, en buena medida por los déficit de democracia real y la carencia de Estado de derecho. Así las cosas la prevista reelección del presidente Álvaro Uribe ocurrió sin contratiempos y simbólicamente se celebró con una liturgia y la bendición sacerdotal. Esta imagen es corriente, muestra lo imbricado de la relación Estado-Iglesia. En los días preelectorales los sacerdotes en los pulpitos clamaron inclusive la excomunión de los miembros de la honorable corte constitucional por su decisión de abrir un pequeño espacio al aborto inducido cuando median causas criminales en el embarazo como la violación o genéticas como la malformación.
En Medellín, su tierra natal, la gente acudió masivamente a las urnas a dar su respaldo a Uribe, por sus calles cruzaron durante los últimos quince días panfletos firmados por paramilitares en ejercicio amenazando a profesores y estudiantes, con la anuencia del rector también recientemente reelegido. Hubo otras amenazas que también se depositaron en los correos electrónicos de las campañas del polo, los liberales y las ONG de derechos humanos anunciando que “dadas las actuales circunstancias en que se ve el país, estamos en pie de lucha a sangre y fuego contra cualquier interés que no sea el de la continuidad del periodo presidencial de nuestro legitimo lider” y recalca que teñirán de rojo sangre las camisas amarillas del polo democrático. Tampoco fueron la razón de la alta votación las visitas casa a casa seguidas por paramilitares en zonas deprimidas de Bogota y otras ciudades anunciando la consigna: Uribe o Muerte. No, estas no fueron las razones de la alta votación, quizás las causas no se puedan percibir en presente, hay cosas con otros fondos, con otras bases, incluidas las bases militares en zonas de alguna presencia insurgente. Pero más allá hay una estrategia que no cesa de estar ahí presente. Podríamos decir por ejemplo que el programa estratégico de Santafe (I;II;III; IV), está vigente con las adecuaciones de tiempo y lugar. Colombia continua siendo tratada por U.S.A como su finca grande de coca, petróleo y punta de lanza para disfrazar su intervención directa sobre los destinos propios de toda Sur América.
De otra parte, a nivel interno en estricto, sin olvidar el recetario del consenso de Washington, que el Estado fue cooptado por el poder ejecutivo. Uribe en los cuatro años de gobierno hizo la candidatura, según lo muestra la precariedad real de los logros de gobierno en los campos señalados por la democracia. La candidatura siguió un esquema sencillo: Cooptar, excluir, eliminar. Fue aplicado en todos los espacios de la vida nacional. Desvaneció todo lo sólido. Los partidos fueron consumidos por el patriotismo, ni siquiera constitucional, sino personal. La sociedad civil fue cooptada. Las organizaciones de derechos humanos constituyeron sus primeros objetivos, el mismo presidente utilizó el recurso del señalamiento-linchamiento para clasificar a los defensores en buenos, en malos y en teóricos peligrosos. Después creó las jornadas de pesca milagrosa de dirigentes cívicos locales y regionales. Luego las zonas de rehabilitación-paramilitarización. Luego la toma de los gobiernos universitarios. Y otras formulas conectadas por un eje común: La seguridad democrática, que no logra ser una política de Estado, aunque es presentada sin derecho a debate como tal. Al tiempo que era desvertebrada la sociedad civil, los paramilitares se reprodujeron a más del cien por ciento en un año para contribuir legalmente con las tareas que a favor del estado venían haciendo de manera criminal. Los soldados campesinos dividían opiniones en el seno de sus familias, los desplazados eran dispersados y nuevamente separados para evitar su reagrupación, las juventudes Uribistas se tomaban los puestos de representación en universidades y juntas comunales. Se creo la idea que la legalidad concede la legitimidad y que el poder es para mandar, hacerse obedecer y ridiculizar o callar al adversario, es decir el imperativo de este esquema es: Subordinar y hacer callar.
En ejercicio de dicha actitud las continuas amenazas del ejecutivo sobre los otros poderes destituyeron las capacidades de estos, que debieron mantenerse ocupados discutiendo o defendiéndose de la agenda del gobierno, no de la del Estado precisamente. Se rompió la independencia de poderes, los derechos humanos se convirtieron en arma arrojadiza de los fuertes contra los débiles y el lenguaje de la guerra se encargó de silenciar cualquier oposición. Como es frecuente en la historia de las elites en Colombia, el poder es tomado para sí, usado al arbitrio de quien gobierna, que a la vez se asume responsable único de las decisiones soberanas del pueblo y se transforma en agente de la dominación.
Uribe ganó, no cabe otro titular. Obtuvo las mayorías en las urnas, mantuvo vigente su opción de la guerra y más de siete millones de hombres y mujeres colombianos/as, todos portadores de una cedula de ciudadanía, que no los/las convierte automáticamente en ciudadanos, optaron por seguir transitando el camino de los últimos cuatro años. Como bien lo decía el lema de campaña, le dijeron Adelante presidente, no queda claro si con esto querían decir: La soberanía del pueblo y mi libertad son suyas presidente. La guerra seguirá su la ruta trazada, en un país en el que hay más oficiales del ejercito que profesores de planta de las universidades y más soldados que maestros y maestras en las escuelas. En un lugar en el que la guerra preventiva se instaló en la vida cotidiana y se compra más equipamiento militar que de investigación científica y por cada 22 aviones de combate podrían sostenerse 160.000 cupos en las universidades. Uribe Ganó, la jornada electoral fue transparente, la decisión estaba tomada desde el mismo momento que fue derrotado el presidente en el referendo. Esta derrota fue hábilmente convertida por sus estrategas de guerra en otra victoria, de la amenaza sacaron la oportunidad. La oportunidad se instalo en la base y gracias a ella la ética fue eliminada de la política. El poder adoptó como su fuente el uso de todas las formas de lucha, con la convicción que todo medio es legal siempre y cuando sirva a su causa.
Escrutados los votos Uribe obtiene más del 62 por ciento de los sufragios, lo que equivale a poco más de 7,36 millones de papeletas, la mayor cantidad conseguida por un presidente de este país. Son votos de origen transversal salidos de todas las clases y sectores sociales. En segundo lugar la izquierda colombiana, por intermedio del Polo Democrático Alternativo (PDA) y su candidato Carlos Gaviria, recibió el mayor número de votos de su historia. Más de dos millones 600 mil. Por encima del 22 por ciento apoyaron al PDA, de igual manera originados en todos los sectores sociales. En tercer lugar el partido liberal alcanzó más de un millón de votos, cerca del 12%, quienes teniendo la oportunidad de haber apoyado al presidente Uribe se resistieron a plegarse allí, tal vez ahí radica el valor de tales votos. Diría que no es una derrota del partido liberal, porque ya estaba derrotado desde antes, recuérdese que Andrés Pastrana quien entregó la silla presidencial a Uribe fue elegido por un movimiento que estaba por fuera de los partidos. Izquierda y liberales, junto con los cerca de 150.000 votos obtenidos por Mockus alcanzan los cuatro millones de votos, que traducido a números significa que por cada dos Uribistas hay en el país un antiuribista. Al dimensionar las cifras estaríamos hablando de 2/3 partes de personas que aceptan la continuidad de la guerra, mediante la reafirmación de la seguridad democrática, como estrategia para alcanzar la justicia social, el empleo, la educación, la salud y en general la convivencia en paz, frente a una que no acepta el camino de la guerra como continuidad de la política, según lo que queda planteado al final de esta elección. La situación electoral rompió definitivamente la tradicional rivalidad política colombiana entre liberales y conservadores. El modelo de democracia americano: Demócratas-Republicanos, da paso a un modelo más cercano al sistema Europeo de: Derecha-Izquierda. Si hasta el siglo pasado Colombia fue gobernada de manera alterna por liberales y conservadores, al amparo de la constitución de 1886, en este siglo Uribe cerró este sistema que este domingo quedó convertido en otra pagina de historia inconclusa.
Durante su discurso de victoria ante cientos de sus seguidores, Uribe ratificó que su programa bandera seguirá siendo el de la Seguridad Democrática (guerra total contra todo tipo de oposición). La Seguridad Democrática se traduce en la guerra contra las FARC, que hace cuatro años Uribe afirmó que derrotaría en 18 meses, logro aplazado para cuatro años más.
Gaviria llamó a continuar la defensa de la dignidad y los derechos contra el autoritarismo, indicó que la histórica votación obtenida por la izquierda colombiana augura su triunfo en los comicios generales de 2010. Alentó a la izquierda a continuar la tarea de consolidar una oposición seria y responsable. Aseguró que no se siente derrotado y solicitó a su agrupación consolidar el triunfo alcanzado en las urnas. Queda vigente una opción política de Izquierda que no separa a la ética de la política y para la cual la política será el freno a utilizar contra la guerra. De su lado, Serpa, ultimo liberal candidato, increpó duramente a Uribe al aseverar que su gobierno ha sido un rotundo fracaso en el cumplimiento de los programas sociales con el pueblo colombiano. "No puedo dejar de decirle al presidente triunfador, parafraseando la famosa sentencia de Miguel de Unamuno cuando las fuerzas falangistas se tomaron la histórica Universidad de Salamanca: Venció, pero no convenció".
El anterior escrito no refleja necesariamente la postura política e ideológica de EL MACARENAZOO, por lo tanto no se responsabiliza del mismo.
Por primera vez en lo corrido de los siglos XX y XXI en Colombia se elige un presidente con la formula de la reelección. La misma que condenó el hoy elegido presidente, al comienzo de su mandato para señalar las características de un buen gobernante, que no se amaña en el poder. Sin duda es difícil derrotar por las urnas a un presidente-candidato. En la América próxima se destaca el caso de Fujimori, hoy enjuiciado por crímenes y corrupción durante sus repetidos mandatos. Una cosa es clara: Ningún gobernante es realmente puesto en cuestión mientras gobierna, en buena medida por los déficit de democracia real y la carencia de Estado de derecho. Así las cosas la prevista reelección del presidente Álvaro Uribe ocurrió sin contratiempos y simbólicamente se celebró con una liturgia y la bendición sacerdotal. Esta imagen es corriente, muestra lo imbricado de la relación Estado-Iglesia. En los días preelectorales los sacerdotes en los pulpitos clamaron inclusive la excomunión de los miembros de la honorable corte constitucional por su decisión de abrir un pequeño espacio al aborto inducido cuando median causas criminales en el embarazo como la violación o genéticas como la malformación.
En Medellín, su tierra natal, la gente acudió masivamente a las urnas a dar su respaldo a Uribe, por sus calles cruzaron durante los últimos quince días panfletos firmados por paramilitares en ejercicio amenazando a profesores y estudiantes, con la anuencia del rector también recientemente reelegido. Hubo otras amenazas que también se depositaron en los correos electrónicos de las campañas del polo, los liberales y las ONG de derechos humanos anunciando que “dadas las actuales circunstancias en que se ve el país, estamos en pie de lucha a sangre y fuego contra cualquier interés que no sea el de la continuidad del periodo presidencial de nuestro legitimo lider” y recalca que teñirán de rojo sangre las camisas amarillas del polo democrático. Tampoco fueron la razón de la alta votación las visitas casa a casa seguidas por paramilitares en zonas deprimidas de Bogota y otras ciudades anunciando la consigna: Uribe o Muerte. No, estas no fueron las razones de la alta votación, quizás las causas no se puedan percibir en presente, hay cosas con otros fondos, con otras bases, incluidas las bases militares en zonas de alguna presencia insurgente. Pero más allá hay una estrategia que no cesa de estar ahí presente. Podríamos decir por ejemplo que el programa estratégico de Santafe (I;II;III; IV), está vigente con las adecuaciones de tiempo y lugar. Colombia continua siendo tratada por U.S.A como su finca grande de coca, petróleo y punta de lanza para disfrazar su intervención directa sobre los destinos propios de toda Sur América.
De otra parte, a nivel interno en estricto, sin olvidar el recetario del consenso de Washington, que el Estado fue cooptado por el poder ejecutivo. Uribe en los cuatro años de gobierno hizo la candidatura, según lo muestra la precariedad real de los logros de gobierno en los campos señalados por la democracia. La candidatura siguió un esquema sencillo: Cooptar, excluir, eliminar. Fue aplicado en todos los espacios de la vida nacional. Desvaneció todo lo sólido. Los partidos fueron consumidos por el patriotismo, ni siquiera constitucional, sino personal. La sociedad civil fue cooptada. Las organizaciones de derechos humanos constituyeron sus primeros objetivos, el mismo presidente utilizó el recurso del señalamiento-linchamiento para clasificar a los defensores en buenos, en malos y en teóricos peligrosos. Después creó las jornadas de pesca milagrosa de dirigentes cívicos locales y regionales. Luego las zonas de rehabilitación-paramilitarización. Luego la toma de los gobiernos universitarios. Y otras formulas conectadas por un eje común: La seguridad democrática, que no logra ser una política de Estado, aunque es presentada sin derecho a debate como tal. Al tiempo que era desvertebrada la sociedad civil, los paramilitares se reprodujeron a más del cien por ciento en un año para contribuir legalmente con las tareas que a favor del estado venían haciendo de manera criminal. Los soldados campesinos dividían opiniones en el seno de sus familias, los desplazados eran dispersados y nuevamente separados para evitar su reagrupación, las juventudes Uribistas se tomaban los puestos de representación en universidades y juntas comunales. Se creo la idea que la legalidad concede la legitimidad y que el poder es para mandar, hacerse obedecer y ridiculizar o callar al adversario, es decir el imperativo de este esquema es: Subordinar y hacer callar.
En ejercicio de dicha actitud las continuas amenazas del ejecutivo sobre los otros poderes destituyeron las capacidades de estos, que debieron mantenerse ocupados discutiendo o defendiéndose de la agenda del gobierno, no de la del Estado precisamente. Se rompió la independencia de poderes, los derechos humanos se convirtieron en arma arrojadiza de los fuertes contra los débiles y el lenguaje de la guerra se encargó de silenciar cualquier oposición. Como es frecuente en la historia de las elites en Colombia, el poder es tomado para sí, usado al arbitrio de quien gobierna, que a la vez se asume responsable único de las decisiones soberanas del pueblo y se transforma en agente de la dominación.
Uribe ganó, no cabe otro titular. Obtuvo las mayorías en las urnas, mantuvo vigente su opción de la guerra y más de siete millones de hombres y mujeres colombianos/as, todos portadores de una cedula de ciudadanía, que no los/las convierte automáticamente en ciudadanos, optaron por seguir transitando el camino de los últimos cuatro años. Como bien lo decía el lema de campaña, le dijeron Adelante presidente, no queda claro si con esto querían decir: La soberanía del pueblo y mi libertad son suyas presidente. La guerra seguirá su la ruta trazada, en un país en el que hay más oficiales del ejercito que profesores de planta de las universidades y más soldados que maestros y maestras en las escuelas. En un lugar en el que la guerra preventiva se instaló en la vida cotidiana y se compra más equipamiento militar que de investigación científica y por cada 22 aviones de combate podrían sostenerse 160.000 cupos en las universidades. Uribe Ganó, la jornada electoral fue transparente, la decisión estaba tomada desde el mismo momento que fue derrotado el presidente en el referendo. Esta derrota fue hábilmente convertida por sus estrategas de guerra en otra victoria, de la amenaza sacaron la oportunidad. La oportunidad se instalo en la base y gracias a ella la ética fue eliminada de la política. El poder adoptó como su fuente el uso de todas las formas de lucha, con la convicción que todo medio es legal siempre y cuando sirva a su causa.
Escrutados los votos Uribe obtiene más del 62 por ciento de los sufragios, lo que equivale a poco más de 7,36 millones de papeletas, la mayor cantidad conseguida por un presidente de este país. Son votos de origen transversal salidos de todas las clases y sectores sociales. En segundo lugar la izquierda colombiana, por intermedio del Polo Democrático Alternativo (PDA) y su candidato Carlos Gaviria, recibió el mayor número de votos de su historia. Más de dos millones 600 mil. Por encima del 22 por ciento apoyaron al PDA, de igual manera originados en todos los sectores sociales. En tercer lugar el partido liberal alcanzó más de un millón de votos, cerca del 12%, quienes teniendo la oportunidad de haber apoyado al presidente Uribe se resistieron a plegarse allí, tal vez ahí radica el valor de tales votos. Diría que no es una derrota del partido liberal, porque ya estaba derrotado desde antes, recuérdese que Andrés Pastrana quien entregó la silla presidencial a Uribe fue elegido por un movimiento que estaba por fuera de los partidos. Izquierda y liberales, junto con los cerca de 150.000 votos obtenidos por Mockus alcanzan los cuatro millones de votos, que traducido a números significa que por cada dos Uribistas hay en el país un antiuribista. Al dimensionar las cifras estaríamos hablando de 2/3 partes de personas que aceptan la continuidad de la guerra, mediante la reafirmación de la seguridad democrática, como estrategia para alcanzar la justicia social, el empleo, la educación, la salud y en general la convivencia en paz, frente a una que no acepta el camino de la guerra como continuidad de la política, según lo que queda planteado al final de esta elección. La situación electoral rompió definitivamente la tradicional rivalidad política colombiana entre liberales y conservadores. El modelo de democracia americano: Demócratas-Republicanos, da paso a un modelo más cercano al sistema Europeo de: Derecha-Izquierda. Si hasta el siglo pasado Colombia fue gobernada de manera alterna por liberales y conservadores, al amparo de la constitución de 1886, en este siglo Uribe cerró este sistema que este domingo quedó convertido en otra pagina de historia inconclusa.
Durante su discurso de victoria ante cientos de sus seguidores, Uribe ratificó que su programa bandera seguirá siendo el de la Seguridad Democrática (guerra total contra todo tipo de oposición). La Seguridad Democrática se traduce en la guerra contra las FARC, que hace cuatro años Uribe afirmó que derrotaría en 18 meses, logro aplazado para cuatro años más.
Gaviria llamó a continuar la defensa de la dignidad y los derechos contra el autoritarismo, indicó que la histórica votación obtenida por la izquierda colombiana augura su triunfo en los comicios generales de 2010. Alentó a la izquierda a continuar la tarea de consolidar una oposición seria y responsable. Aseguró que no se siente derrotado y solicitó a su agrupación consolidar el triunfo alcanzado en las urnas. Queda vigente una opción política de Izquierda que no separa a la ética de la política y para la cual la política será el freno a utilizar contra la guerra. De su lado, Serpa, ultimo liberal candidato, increpó duramente a Uribe al aseverar que su gobierno ha sido un rotundo fracaso en el cumplimiento de los programas sociales con el pueblo colombiano. "No puedo dejar de decirle al presidente triunfador, parafraseando la famosa sentencia de Miguel de Unamuno cuando las fuerzas falangistas se tomaron la histórica Universidad de Salamanca: Venció, pero no convenció".
El anterior escrito no refleja necesariamente la postura política e ideológica de EL MACARENAZOO, por lo tanto no se responsabiliza del mismo.
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