Discurso pronunciado por Gianni Lara Cruz, miembro comité de redacción de EL MACARENAZOO, el día del lanzamiento del primer número de la publicación, noviembre 25 de 2005.
Buenas tardes, en vista de que no llegó el sonido y antes de que los pocos que han venido, se vayan vamos a comenzar. Primero, en mi nombre y en el de todos mis compañeros quiero agradecer su participación en el lanzamiento de este primer número. Segundo, para hacer memorable este momento, he decidido escribir un texto que leeré a continuación:
Hace tres días María Luisa Calle volvió a recibir su medalla olímpica. Recuerdo, con toda claridad, el momento en que el director de Coldeportes le negó todo su apoyo, al ser acusada de dopaje y la puso como carne de cañón al frente de la comisión internacional que regula estos casos.
¿Cuáles casos? ¿Los casos de antidopaje o los casos de dejar que los otros decidan quiénes somos nosotros? Maradona durante muchos años consumió sustancias alucinógenas, sin embargo, en términos de una amiga, aún no ha perdido su fanataticada ¿Qué tiene Maradona que no tenga María Luisa? Además del buen fútbol (que viéndolo desde un punto de vista objetivo, no sería motivo, ya que la ciclista en lo suyo también es una de las mejores del mundo) creo que la única diferencia es que Argentina armó un ídolo de Maradona y para muchos de nosotros María Luisa, solo traicionó la confianza del país “supuestamente” consumiendo sustancias ilegales. ¿Importa en algo que el ídolo sea drogadicto? Para el pueblo argentino no, de hecho, para más de un latinoamericano importan poco esos aspectos secundarios en la imagen de Dieguito. Pero para nosotros, para nuestro católico país sí importa mucho la sospecha de nuestra alucinógena deportista. Quizás Maradona se convirtió en ídolo porque no se doblegó a las ideas de otros países tan fácil como lo hizo María Luisa, y como lo han hecho los latinoamericanos desde hace siglos. Él siguió siendo el chino de barriada irresponsable, no era el modelo de vida, pero por lo menos trató de ser él y eso, tal vez, fue lo que lo convirtió en ídolo para Argentina.
En Colombia existió un caso similar: Pambelé. El campeón de boxeo causó gran decepción para la gente de su época con su adicción. El ídolo se cayó porque dejó de ser lo que otros querían ver en él: la imagen correcta del deportista. Con esto no se dice que sea muy bueno que algunos de los mejores deportistas terminen doblegados a los vicios, pero en países con tantas problemáticas sociales y con un sistema educativo tan impostado ¿quién puede salvarse? Sin embargo, más que la comprensión hacia Pampelé, lo que hubo fue castigo, juicio, fascismo.
Pampelé decepcionó porque nos hemos acostumbrado a ídolos correctos como Superman. Con un alto grado de sobriedad y supervalores. Por su puesto, supervalores determinados por un grupo social particular y bastante elitista, muy alejado de nosotros y de nuestra realidad. Soy de la generación de Superman y recuerdo cómo el traje azul no combinaba mucho con mi piel morena. De niño, eso causó una gran tristeza en mí. Lo superé cuando me di cuenta que la piel morena sólo representaba un inconveniente para mí. Los demás me querían como era.
Todo esto me ha llevado a pensar que el problema empieza en uno y como cada uno de nosotros tenemos una visión distorsionada de las cosas es muy difícil que lleguemos a tener una sociedad en donde nos podamos ver realmente. Lo que poseemos es un montón de máscaras que nos han puesto. Nuestras relaciones son de disfraces, no hay una verdadera relación de autoconocimiento entre nosotros. Por esa razón, es muy fácil que creamos y nos dejemos llevar por lo que otros quieren ver en nosotros. Por la interpretación del disfraz que otros quieren ver y no por lo que en realidad somos.
Cuando aparece una gloria, como Gaitán, Manuel Elkin Patarroyo, María Luisa Calle, nos sentimos representados y se nos sale el pecho hablando de lo orgullosos que somos de ser colombianos ¿Qué es ser colombianos? Cuando mataron a Gaitán eso fue lo que menos importó, a Patarroyo le retuvieron el centro de investigaciones (construido con el dinero de sus investigaciones) al momento de acabar con el San Juan de Dios y a María Luisa le quitaron la medalla por lo que dijeron los de afuera y tampoco; nadie hizo nada ¿Qué quedó de lo orgullosos de ser colombianos? Nada. Porque estamos envueltos en relaciones de disfraces, sólo nos fijamos en quienes portan los mejores antifaces.
Para no continuar con las divagaciones de borracho en cancha de tejo, en donde sólo se enumeran los problemas y se dice que la cosa está muy mal pero se llega a la casa a cascarle a la mujer, vamos a tratar de dar un poco de luces desde acá. Desde donde se deberían dar, o por lo menos, el estado patrocina la educación para que desde allí se piense el bienestar de la sociedad, aunque todos sabemos que eso es una gran mentira.
Personalmente, creo que las máscaras nos las ponen desde que estamos en el vientre. Incluso, desde el momento de nuestra fecundación. Hay tres maneras de ponernos las máscaras. Una es por la buena, otra es por la mala y la última es la espiritual. La mala se da a través del sistema legal. Las leyes nos dicen lo que debemos hacer, pocos son los derechos, más son los deberes y las obligaciones con un estado y sobretodo con un gobierno que no es nuestro, un gobierno que, como dice Galeano, tiene como única forma de política internacional la mendicidad.
La manera buena de ponernos las máscaras es desde los medios de comunicación. Ellos nos ayudan, nos dan los mecanismos para responder adecuada y fielmente al sistema de consumo promovido por los vendedores de máscaras. Si sale una nueva máscara, más curiosa y rimbombante la compramos. Por supuesto ¿Cómo vamos a asistir a la fiesta sin disfraces? Aún no hemos construido el carácter que nos falta para asistir a la fiesta sin él.
Habría una tercera máscara que es la que supuestamente nos permitirá entrar al otro mundo y disfrutar de todas las comodidades que no tuvimos acá por estar trabajando día y noche para el santo patrón. La religión es otra de las maneras de disfrazarnos y decir que todo está bien, que gracias a dios tenemos trabajo y que nosotros somos muy buenos porque rezamos todos los días. Dios proveerá entonces, sólo que llevamos siglos de opresión sin que dios se haga manifiesto para ayudarnos a solventar los problemas, que en la realidad si tenemos.
Se está acabando la comida en la rumba. A pesar de que han sacado a mucha gente del baile, que ha tenido la desfachatez de quitarse la máscara, asesinándola, y de que sólo los patrocinadores de la fiesta han comido bien. Algunos nos hemos empezado a dar cuenta que la comida escasea y los paliativos que nos dan son las sobras de los patrocinadores y de los vendedores de máscaras.
Quizás lo mejor sea que todos nos quitemos las máscaras ¿podremos vivir sin ellas? No sabemos, pero por lo menos podríamos ver por qué nos está faltando la comida. De seguro sin máscaras veríamos mejor, de seguro, si todos nos quitamos las máscaras buscaríamos la comida, la papaya, el ñame, el banano, la guayaba, el maíz, toda la maravilla que se da tan naturalmente en cada uno de los puntos de este aposento que alguien, de afuera, convirtió en fiesta de disfraces. Y si lo vemos, y si lo trabajamos para nosotros entonces no tendríamos estas hambrunas y tal vez sería mejor vernos a nosotros mismos… a mí por lo menos me gustaría ver la cara verdadera de cada uno de ustedes.
Estoy seguro que todos nos llevaríamos unas bellas sorpresas al darnos cuenta de lo que en verdad somos. No de lo orgullosos que nos sentimos de representar un lugar nominado Colombia, que sólo es bueno cuando los de afuera lo determinan.
Pero ¿Cómo quitarnos las máscaras si hemos nacido con ellas? ¿Si toda la vida que hemos conocido está en esta fiesta de disfraces?
Desde hace algunos años, un presidente latinoamericano ha promovido un pensamiento político a partir del pueblo. Es muy posible que haya caído en algunos errores, le han hecho golpes de estado, pero no le han quitado las ganas de remover antifaces. Desde hace algunas semanas los inmigrantes europeos están promoviendo protestas masivas en contra de los mismos imperios y sus políticas capitalistas. Las protestas, que no sólo se dan quemando autos, se han expandido en muchos países de la comunidad europea. Hasta este país, alejado de la realidad, sólo nos llega la idea de que estos manifestantes son terroristas, así como pasa con Palestina, Afganistán e Irak, nación a la cual ayudamos a masacrar gracias al voto de coalición que le dimos a nuestro pacífico presidente.
Por otro lado, este año se cumplen los veinte años de la toma de palacio. Algunos especialistas piensan que lo mejor para el país era capitular y entregarle el país al M19 que lo único que quería era el control para ver si la situación en Colombia cambiaba de administradores y quizás mejoraba. Sin embargo, las fuerzas militares entraron y arrasaron con todo lo que encontraron. La orden la dio algún presidente que no quería perder el control sobre su parcela. Al llamarlo a juicio, se negó a dar declaraciones sobre los motivos que tuvo para impartir la orden. Acudió a su facultativa capacidad como poeta para decir que eso lo publicaría en un libro después de su muerte. Además de la situación histriónica que implica publicar póstumamente, los jueces le creyeron hasta el punto de otorgarle la suficiente paciencia para que veinte años después –sin haberse muerto el poeta—, estemos esperando a que estire la pata para conocer la verdad sobre el genocidio patrocinado por él. Mi pregunta gira entorno a los muertos ¿por qué ellos no decidieron sobre su vida? ¿Por qué alguien decidió por ellos?
Pero volvamos al presente, a nosotros que nos gusta tanto vivir en el presente porque la memoria para el pasado está refundida en las máscaras. Desde hace poco se han comenzado a acreditar las universidades colombianas. El proceso de acreditación deviene de un asunto práctico, necesitamos poner algunos créditos en las carreras que nos permitan, al momento de estudiar en el exterior, responder a los requerimientos de dichas universidades. Es parecido a lo que le sucedió a María Luisa Calle, ella necesitaba que los de afuera dijeran si se había ganado la medalla honestamente o no. Esta vez los de afuera fueron benevolentes, lo cual debemos agradecer, pese a que una vez más quedamos como los malos del paseo. Porque eso sí, ella no es drogadicta, pero este país está lleno de ladrones, mariguaneros y prostitutas.
Si se tiene en cuenta que el proceso de acreditación está determinado más por una comisión internacional que por lo que en realidad necesitamos y si a eso se le suma la visión de imperio que tienen ellos sobre nosotros, en donde la educación que nos sirve se determina en nuestra capacidad para ser obreros, entonces, responder a dicha acreditación podría asegurar la permanencia en la fiesta de disfraces y acrecentaría nuestra hambruna.
Alguna universidad pública colombiana, se está resistiendo a dicho proceso de acreditación porque piensa que no debemos ajustar la poca educación autónoma que aún nos queda a los parámetros del imperio. Sin embargo, los patrocinadores del imperio incluidos en esta rumba, han decidido usar la fuerza pública para someterlos a la verbena. Para que no sean aburridos, para que no se tiren la parranda, para que no se pongan de aguafiestas.
Las otras universidades del país, y la nuestra desgraciadamente, se han dejado seducir por el movimiento masivo de responder a los estándares internacionales y ha accedido voluntariamente al proceso de acreditación. De hecho, se publica nuestra acreditación con calidad en diarios “solitariamente prestigiosos” sin pensar, tan siquiera, en la posibilidad de hacernos valer y que los otros países respeten nuestros currículos porque nosotros somos así. Porque somos un país independiente que decide qué es lo mejor para su pueblo, que es capaz de responder a sus propias formas de ver el mundo. Porque tenemos unas realidades y unas necesidades que nos apremian y estas son más importantes que el préstamo, con altas tasas de interés, que nos hace el Banco Mundial.
La pregunta que subyace es: Si desde la academia no se piensa la resistencia, el despojo de las máscaras, entonces ¿desde dónde? ¿Desde la manifestación de transportes, desde los verduleros, desde las amas de casa, desde los empleados públicos? Quizás sí, aunque sus máscaras sean muy pesadas, porque parece que nosotros “los universitarios” estamos por encima del bien y del mal, embelesados con nuestras máscaras de intelectualismo tan baratas y pesadas que no podemos diseñar técnicas para quitárnoslas y mucho menos para ayudar a los otros y por eso los dejamos solos. Si se hace un paro de transportadores vienen los del tránsito con los ESMAD a desalojarlos, los verduleros sólo tratan de vender y tiran fruta porque esa es la educación que el gobierno les ha deparado, las amas de casa son rápidamente doblegadas por sus machistas esposos y los empleados públicos pueden perder sus puestos, que en este país, son los mejores.
La academia es patrocinada por el estado puesto que ésta es la que debe pensar las mejoras al mismo. Esa es la excusa que se da para pagar impuestos, así no haya una visión social de la educación de parte del gobierno, es preciso apropiarnos de esa excusa para asumir un verdadero proceso educativo. Esa es nuestra función y sobre todo en la universidad pública porque nuestra educación es producto del mayor patrocinio. Nuestros directivos dicen estar maniatados por la misma presión de ser empleados “públicos” ¿Pero en realidad son empleados públicos? es decir, empleados del pueblo, o ¿son simplemente empleados privados del gobierno de turno? Porque lo que han hecho las directivas de la Universidad Nacional ha sido olvidarse de que el pueblo, representado en sus estudiantes tiene algo que decir frente a la acreditación. Simplemente, como ha pasado en la mayoría de países e instituciones, hay que acceder, hay que continuar con la fiesta de disfraces. Por eso se invita a los estudiantes a no hacer más protestas masivas, a no cerrar los edificios, a volver a clases, por dios, estamos perdiendo tiempo. ¿Tiempo para qué, o para quién? ¿Tiempo para la producción?
Debe nacer de nosotros la resistencia organizada porque supuestamente nos hemos preparado intelectualmente para administrar el país, no para reproducir el fiel modelo de lo que otros quieren ver en nosotros. Nace de nosotros porque deberíamos traducir nuestro conocimiento a todos los que lo necesitan para quitarse las máscaras. Porque tenemos las herramientas para estudiar la sociedad. Porque podríamos confrontar las leyes y generar unas nuevas, unos medios de comunicación que no nos vendan nuevos disfraces para estar a la moda, con la clase dirigente y sus patrones extranjeros. Nace de nosotros porque tenemos biólogos que conocen nuestra tierra, porque tenemos ingenieros que pueden pensar la construcción de unas nuevas ciudades, unos lugares más dignos para habitar. Porque tenemos sociólogos que se forman según nuestros problemas de convivencia. Porque tenemos nuestros maestros, los maestros que educan a nuestras generaciones. Porque tenemos una música particular y una literatura que no ha ganado noveles, pero que nos habla de nosotros sin máscaras.
-En esta facultad de educación ¿seguiremos formando a los niños para que se pongan máscaras? O… ¿será que tenemos el poder para transformar a las generaciones del presente y del mañana?
La educación puede ser la cuna de la resistencia, pero si la universidad, que debería ser la transformadora de los transformadores del país, es silenciada, reprimida y no tenida en cuenta por las clases dirigentes, ya que no responde a sus intereses particulares. Si nosotros la dejamos silenciar ¿qué futuro nos espera y que futuro les depara a nuestras generaciones? Creo, particularmente, que serán otros quinientos años de máscaras.
El Macarenazoo, es una manera de hacer resistencia a las máscaras desde la academia. Es una pequeña forma de convocar a la comunidad a quitarse los antifaces. De esta manera, no tendríamos que estar buscando un caudillo como Gaitán o Chávez y estar cuidándolo para que no lo asesinen porque de él depende nuestro bienestar. No podemos seguir esperando el nacimiento del Mesías. Necesitamos formas de manifestación que convoquen al pueblo, a los verduleros, a los transportadores, a las amas de casa, a los jóvenes, a los mecánicos, a los carpinteros, a los mismos maestros activos.
La mejor forma de enfrentarnos a eso que los otros quieren ver en nosotros es empleando las mismas técnicas que han usado ellos para ponernos las máscaras. He dicho anteriormente que los medios de comunicación son la manera “buena” de imponernos el disfraz. El Macarenazoo es, claro que sí, un medio de comunicación, es la misma arma del imperio, pero pensada para contrarrestar la opresión.
Ahora, no es cuestión simplemente de generar un arma, estamos hablando de que esta arma debe ser usada adecuadamente para no terminar como muchos lugares de África, en donde el haberlas tomado, ha servido para “supuestamente” librarse de los blancos, pero en realidad, con las mismas se han esclavizado en cruentas guerras étnicas y religiosas entre seres humanos de la misma sangre y raza.
El Macarenazoo nace de una actitud reflexiva, de un punto de vista sobre los fenómenos que nos aquejan. Un arma empleada con conciencia. Un arma que pretende ser semilla de muchas armas. No es la panacea. En este primer número, no pretendemos ser la gran cosa, tampoco somos caudillos, ni creo que algunos de mis compañeros pretendan serlo. Sólo somos un pequeño modelo de lo que puede hacer la academia. De cómo la academia puede utilizar sus herramientas para pensar racionalmente medios de comunicación y que estos nos den una visión más auténtica de nosotros, de nuestro mundo y sus problemáticas.
Es importante que se generen este tipo de medios de comunicación desde la misma academia, porque desde aquí estos tienen vitalidad, se revisten de un aparato crítico ya que en síntesis, el oficio de una universidad, y más de una facultad de educación, es pensar, pero pensar críticamente. La postura crítica, el pensamiento constante, la autoevaluación tiene coherencia desde la universidad solo si en ese pensamiento crítico buscamos la independencia y no la obediencia. No se piensa cuando solo se hace el ejercicio de imponer modelos extranjeros.
Somos concientes de que El Macarenazoo, tiene muchas falencias, de hecho nos gustaría contar con la participación de otros proyectos curriculares, de otras facultades, de otras instituciones, de los colegios y de la misma comunidad de la que hemos venido hablando, pero tenemos la esperanza que ustedes se motiven a ser parte de esta propuesta comunicativa. Sólo con la constante lectura, evaluación y participación que puedan otorgar los lectores a estas hojas grapadas, este periódico, dejará de ser simplemente el producto de un árbol para convertirse en una herramienta de la resistencia.
Las máscaras existen. En principio es bueno saber que las tenemos puestas. Solo si nos damos cuenta de lo incómodas que son podemos enfrentarnos a ellas. No queda más. Es prudente, en estas épocas en las que en muchos lugares se están dando síntomas de inconformidad, ALZAR LA VOZ. Es consecuente decir que nosotros también estamos cansados, que nos aburrimos de la fiesta, que la música es monótona y que la poca comida que nos han dado es pésima. Podemos decirlo, claro que podemos decirlo, para eso, nosotros somos los que pagamos para estar en la fiesta. Tenemos derecho a reclamar porque, aunque esta rumba ha sido pensada desde afuera, en realidad es nuestra, nos cobran por la entrada, hacemos la vaca para mantenerla y además, el lugar donde se lleva a cabo es nuestro, es totalmente nuestro y en eso si deberíamos decir que somos colombianos.
Para terminar, recibo con mucha tristeza el hecho de que María Luisa Calle haya recibido la medalla y más de manos del presidente que más ha regalado el país al imperio. Personalmente, ella es una gran ciclista y no tenía ninguna necesidad de apelar a una decisión del comité internacional. Es una lástima que el país le haya volteado la espalda y lo que es peor, es una lástima que una gran deportista haya tenido que humillarse sólo porque todos estamos pintados y lo que decimos, pensamos y reclamamos solo es una farsa para los de afuera. María Luisa no necesitaba ninguna medalla, debió tenernos a nosotros.
MUCHAS GRACIAS.
Buenas tardes, en vista de que no llegó el sonido y antes de que los pocos que han venido, se vayan vamos a comenzar. Primero, en mi nombre y en el de todos mis compañeros quiero agradecer su participación en el lanzamiento de este primer número. Segundo, para hacer memorable este momento, he decidido escribir un texto que leeré a continuación:
Hace tres días María Luisa Calle volvió a recibir su medalla olímpica. Recuerdo, con toda claridad, el momento en que el director de Coldeportes le negó todo su apoyo, al ser acusada de dopaje y la puso como carne de cañón al frente de la comisión internacional que regula estos casos.
¿Cuáles casos? ¿Los casos de antidopaje o los casos de dejar que los otros decidan quiénes somos nosotros? Maradona durante muchos años consumió sustancias alucinógenas, sin embargo, en términos de una amiga, aún no ha perdido su fanataticada ¿Qué tiene Maradona que no tenga María Luisa? Además del buen fútbol (que viéndolo desde un punto de vista objetivo, no sería motivo, ya que la ciclista en lo suyo también es una de las mejores del mundo) creo que la única diferencia es que Argentina armó un ídolo de Maradona y para muchos de nosotros María Luisa, solo traicionó la confianza del país “supuestamente” consumiendo sustancias ilegales. ¿Importa en algo que el ídolo sea drogadicto? Para el pueblo argentino no, de hecho, para más de un latinoamericano importan poco esos aspectos secundarios en la imagen de Dieguito. Pero para nosotros, para nuestro católico país sí importa mucho la sospecha de nuestra alucinógena deportista. Quizás Maradona se convirtió en ídolo porque no se doblegó a las ideas de otros países tan fácil como lo hizo María Luisa, y como lo han hecho los latinoamericanos desde hace siglos. Él siguió siendo el chino de barriada irresponsable, no era el modelo de vida, pero por lo menos trató de ser él y eso, tal vez, fue lo que lo convirtió en ídolo para Argentina.
En Colombia existió un caso similar: Pambelé. El campeón de boxeo causó gran decepción para la gente de su época con su adicción. El ídolo se cayó porque dejó de ser lo que otros querían ver en él: la imagen correcta del deportista. Con esto no se dice que sea muy bueno que algunos de los mejores deportistas terminen doblegados a los vicios, pero en países con tantas problemáticas sociales y con un sistema educativo tan impostado ¿quién puede salvarse? Sin embargo, más que la comprensión hacia Pampelé, lo que hubo fue castigo, juicio, fascismo.
Pampelé decepcionó porque nos hemos acostumbrado a ídolos correctos como Superman. Con un alto grado de sobriedad y supervalores. Por su puesto, supervalores determinados por un grupo social particular y bastante elitista, muy alejado de nosotros y de nuestra realidad. Soy de la generación de Superman y recuerdo cómo el traje azul no combinaba mucho con mi piel morena. De niño, eso causó una gran tristeza en mí. Lo superé cuando me di cuenta que la piel morena sólo representaba un inconveniente para mí. Los demás me querían como era.
Todo esto me ha llevado a pensar que el problema empieza en uno y como cada uno de nosotros tenemos una visión distorsionada de las cosas es muy difícil que lleguemos a tener una sociedad en donde nos podamos ver realmente. Lo que poseemos es un montón de máscaras que nos han puesto. Nuestras relaciones son de disfraces, no hay una verdadera relación de autoconocimiento entre nosotros. Por esa razón, es muy fácil que creamos y nos dejemos llevar por lo que otros quieren ver en nosotros. Por la interpretación del disfraz que otros quieren ver y no por lo que en realidad somos.
Cuando aparece una gloria, como Gaitán, Manuel Elkin Patarroyo, María Luisa Calle, nos sentimos representados y se nos sale el pecho hablando de lo orgullosos que somos de ser colombianos ¿Qué es ser colombianos? Cuando mataron a Gaitán eso fue lo que menos importó, a Patarroyo le retuvieron el centro de investigaciones (construido con el dinero de sus investigaciones) al momento de acabar con el San Juan de Dios y a María Luisa le quitaron la medalla por lo que dijeron los de afuera y tampoco; nadie hizo nada ¿Qué quedó de lo orgullosos de ser colombianos? Nada. Porque estamos envueltos en relaciones de disfraces, sólo nos fijamos en quienes portan los mejores antifaces.
Para no continuar con las divagaciones de borracho en cancha de tejo, en donde sólo se enumeran los problemas y se dice que la cosa está muy mal pero se llega a la casa a cascarle a la mujer, vamos a tratar de dar un poco de luces desde acá. Desde donde se deberían dar, o por lo menos, el estado patrocina la educación para que desde allí se piense el bienestar de la sociedad, aunque todos sabemos que eso es una gran mentira.
Personalmente, creo que las máscaras nos las ponen desde que estamos en el vientre. Incluso, desde el momento de nuestra fecundación. Hay tres maneras de ponernos las máscaras. Una es por la buena, otra es por la mala y la última es la espiritual. La mala se da a través del sistema legal. Las leyes nos dicen lo que debemos hacer, pocos son los derechos, más son los deberes y las obligaciones con un estado y sobretodo con un gobierno que no es nuestro, un gobierno que, como dice Galeano, tiene como única forma de política internacional la mendicidad.
La manera buena de ponernos las máscaras es desde los medios de comunicación. Ellos nos ayudan, nos dan los mecanismos para responder adecuada y fielmente al sistema de consumo promovido por los vendedores de máscaras. Si sale una nueva máscara, más curiosa y rimbombante la compramos. Por supuesto ¿Cómo vamos a asistir a la fiesta sin disfraces? Aún no hemos construido el carácter que nos falta para asistir a la fiesta sin él.
Habría una tercera máscara que es la que supuestamente nos permitirá entrar al otro mundo y disfrutar de todas las comodidades que no tuvimos acá por estar trabajando día y noche para el santo patrón. La religión es otra de las maneras de disfrazarnos y decir que todo está bien, que gracias a dios tenemos trabajo y que nosotros somos muy buenos porque rezamos todos los días. Dios proveerá entonces, sólo que llevamos siglos de opresión sin que dios se haga manifiesto para ayudarnos a solventar los problemas, que en la realidad si tenemos.
Se está acabando la comida en la rumba. A pesar de que han sacado a mucha gente del baile, que ha tenido la desfachatez de quitarse la máscara, asesinándola, y de que sólo los patrocinadores de la fiesta han comido bien. Algunos nos hemos empezado a dar cuenta que la comida escasea y los paliativos que nos dan son las sobras de los patrocinadores y de los vendedores de máscaras.
Quizás lo mejor sea que todos nos quitemos las máscaras ¿podremos vivir sin ellas? No sabemos, pero por lo menos podríamos ver por qué nos está faltando la comida. De seguro sin máscaras veríamos mejor, de seguro, si todos nos quitamos las máscaras buscaríamos la comida, la papaya, el ñame, el banano, la guayaba, el maíz, toda la maravilla que se da tan naturalmente en cada uno de los puntos de este aposento que alguien, de afuera, convirtió en fiesta de disfraces. Y si lo vemos, y si lo trabajamos para nosotros entonces no tendríamos estas hambrunas y tal vez sería mejor vernos a nosotros mismos… a mí por lo menos me gustaría ver la cara verdadera de cada uno de ustedes.
Estoy seguro que todos nos llevaríamos unas bellas sorpresas al darnos cuenta de lo que en verdad somos. No de lo orgullosos que nos sentimos de representar un lugar nominado Colombia, que sólo es bueno cuando los de afuera lo determinan.
Pero ¿Cómo quitarnos las máscaras si hemos nacido con ellas? ¿Si toda la vida que hemos conocido está en esta fiesta de disfraces?
Desde hace algunos años, un presidente latinoamericano ha promovido un pensamiento político a partir del pueblo. Es muy posible que haya caído en algunos errores, le han hecho golpes de estado, pero no le han quitado las ganas de remover antifaces. Desde hace algunas semanas los inmigrantes europeos están promoviendo protestas masivas en contra de los mismos imperios y sus políticas capitalistas. Las protestas, que no sólo se dan quemando autos, se han expandido en muchos países de la comunidad europea. Hasta este país, alejado de la realidad, sólo nos llega la idea de que estos manifestantes son terroristas, así como pasa con Palestina, Afganistán e Irak, nación a la cual ayudamos a masacrar gracias al voto de coalición que le dimos a nuestro pacífico presidente.
Por otro lado, este año se cumplen los veinte años de la toma de palacio. Algunos especialistas piensan que lo mejor para el país era capitular y entregarle el país al M19 que lo único que quería era el control para ver si la situación en Colombia cambiaba de administradores y quizás mejoraba. Sin embargo, las fuerzas militares entraron y arrasaron con todo lo que encontraron. La orden la dio algún presidente que no quería perder el control sobre su parcela. Al llamarlo a juicio, se negó a dar declaraciones sobre los motivos que tuvo para impartir la orden. Acudió a su facultativa capacidad como poeta para decir que eso lo publicaría en un libro después de su muerte. Además de la situación histriónica que implica publicar póstumamente, los jueces le creyeron hasta el punto de otorgarle la suficiente paciencia para que veinte años después –sin haberse muerto el poeta—, estemos esperando a que estire la pata para conocer la verdad sobre el genocidio patrocinado por él. Mi pregunta gira entorno a los muertos ¿por qué ellos no decidieron sobre su vida? ¿Por qué alguien decidió por ellos?
Pero volvamos al presente, a nosotros que nos gusta tanto vivir en el presente porque la memoria para el pasado está refundida en las máscaras. Desde hace poco se han comenzado a acreditar las universidades colombianas. El proceso de acreditación deviene de un asunto práctico, necesitamos poner algunos créditos en las carreras que nos permitan, al momento de estudiar en el exterior, responder a los requerimientos de dichas universidades. Es parecido a lo que le sucedió a María Luisa Calle, ella necesitaba que los de afuera dijeran si se había ganado la medalla honestamente o no. Esta vez los de afuera fueron benevolentes, lo cual debemos agradecer, pese a que una vez más quedamos como los malos del paseo. Porque eso sí, ella no es drogadicta, pero este país está lleno de ladrones, mariguaneros y prostitutas.
Si se tiene en cuenta que el proceso de acreditación está determinado más por una comisión internacional que por lo que en realidad necesitamos y si a eso se le suma la visión de imperio que tienen ellos sobre nosotros, en donde la educación que nos sirve se determina en nuestra capacidad para ser obreros, entonces, responder a dicha acreditación podría asegurar la permanencia en la fiesta de disfraces y acrecentaría nuestra hambruna.
Alguna universidad pública colombiana, se está resistiendo a dicho proceso de acreditación porque piensa que no debemos ajustar la poca educación autónoma que aún nos queda a los parámetros del imperio. Sin embargo, los patrocinadores del imperio incluidos en esta rumba, han decidido usar la fuerza pública para someterlos a la verbena. Para que no sean aburridos, para que no se tiren la parranda, para que no se pongan de aguafiestas.
Las otras universidades del país, y la nuestra desgraciadamente, se han dejado seducir por el movimiento masivo de responder a los estándares internacionales y ha accedido voluntariamente al proceso de acreditación. De hecho, se publica nuestra acreditación con calidad en diarios “solitariamente prestigiosos” sin pensar, tan siquiera, en la posibilidad de hacernos valer y que los otros países respeten nuestros currículos porque nosotros somos así. Porque somos un país independiente que decide qué es lo mejor para su pueblo, que es capaz de responder a sus propias formas de ver el mundo. Porque tenemos unas realidades y unas necesidades que nos apremian y estas son más importantes que el préstamo, con altas tasas de interés, que nos hace el Banco Mundial.
La pregunta que subyace es: Si desde la academia no se piensa la resistencia, el despojo de las máscaras, entonces ¿desde dónde? ¿Desde la manifestación de transportes, desde los verduleros, desde las amas de casa, desde los empleados públicos? Quizás sí, aunque sus máscaras sean muy pesadas, porque parece que nosotros “los universitarios” estamos por encima del bien y del mal, embelesados con nuestras máscaras de intelectualismo tan baratas y pesadas que no podemos diseñar técnicas para quitárnoslas y mucho menos para ayudar a los otros y por eso los dejamos solos. Si se hace un paro de transportadores vienen los del tránsito con los ESMAD a desalojarlos, los verduleros sólo tratan de vender y tiran fruta porque esa es la educación que el gobierno les ha deparado, las amas de casa son rápidamente doblegadas por sus machistas esposos y los empleados públicos pueden perder sus puestos, que en este país, son los mejores.
La academia es patrocinada por el estado puesto que ésta es la que debe pensar las mejoras al mismo. Esa es la excusa que se da para pagar impuestos, así no haya una visión social de la educación de parte del gobierno, es preciso apropiarnos de esa excusa para asumir un verdadero proceso educativo. Esa es nuestra función y sobre todo en la universidad pública porque nuestra educación es producto del mayor patrocinio. Nuestros directivos dicen estar maniatados por la misma presión de ser empleados “públicos” ¿Pero en realidad son empleados públicos? es decir, empleados del pueblo, o ¿son simplemente empleados privados del gobierno de turno? Porque lo que han hecho las directivas de la Universidad Nacional ha sido olvidarse de que el pueblo, representado en sus estudiantes tiene algo que decir frente a la acreditación. Simplemente, como ha pasado en la mayoría de países e instituciones, hay que acceder, hay que continuar con la fiesta de disfraces. Por eso se invita a los estudiantes a no hacer más protestas masivas, a no cerrar los edificios, a volver a clases, por dios, estamos perdiendo tiempo. ¿Tiempo para qué, o para quién? ¿Tiempo para la producción?
Debe nacer de nosotros la resistencia organizada porque supuestamente nos hemos preparado intelectualmente para administrar el país, no para reproducir el fiel modelo de lo que otros quieren ver en nosotros. Nace de nosotros porque deberíamos traducir nuestro conocimiento a todos los que lo necesitan para quitarse las máscaras. Porque tenemos las herramientas para estudiar la sociedad. Porque podríamos confrontar las leyes y generar unas nuevas, unos medios de comunicación que no nos vendan nuevos disfraces para estar a la moda, con la clase dirigente y sus patrones extranjeros. Nace de nosotros porque tenemos biólogos que conocen nuestra tierra, porque tenemos ingenieros que pueden pensar la construcción de unas nuevas ciudades, unos lugares más dignos para habitar. Porque tenemos sociólogos que se forman según nuestros problemas de convivencia. Porque tenemos nuestros maestros, los maestros que educan a nuestras generaciones. Porque tenemos una música particular y una literatura que no ha ganado noveles, pero que nos habla de nosotros sin máscaras.
-En esta facultad de educación ¿seguiremos formando a los niños para que se pongan máscaras? O… ¿será que tenemos el poder para transformar a las generaciones del presente y del mañana?
La educación puede ser la cuna de la resistencia, pero si la universidad, que debería ser la transformadora de los transformadores del país, es silenciada, reprimida y no tenida en cuenta por las clases dirigentes, ya que no responde a sus intereses particulares. Si nosotros la dejamos silenciar ¿qué futuro nos espera y que futuro les depara a nuestras generaciones? Creo, particularmente, que serán otros quinientos años de máscaras.
El Macarenazoo, es una manera de hacer resistencia a las máscaras desde la academia. Es una pequeña forma de convocar a la comunidad a quitarse los antifaces. De esta manera, no tendríamos que estar buscando un caudillo como Gaitán o Chávez y estar cuidándolo para que no lo asesinen porque de él depende nuestro bienestar. No podemos seguir esperando el nacimiento del Mesías. Necesitamos formas de manifestación que convoquen al pueblo, a los verduleros, a los transportadores, a las amas de casa, a los jóvenes, a los mecánicos, a los carpinteros, a los mismos maestros activos.
La mejor forma de enfrentarnos a eso que los otros quieren ver en nosotros es empleando las mismas técnicas que han usado ellos para ponernos las máscaras. He dicho anteriormente que los medios de comunicación son la manera “buena” de imponernos el disfraz. El Macarenazoo es, claro que sí, un medio de comunicación, es la misma arma del imperio, pero pensada para contrarrestar la opresión.
Ahora, no es cuestión simplemente de generar un arma, estamos hablando de que esta arma debe ser usada adecuadamente para no terminar como muchos lugares de África, en donde el haberlas tomado, ha servido para “supuestamente” librarse de los blancos, pero en realidad, con las mismas se han esclavizado en cruentas guerras étnicas y religiosas entre seres humanos de la misma sangre y raza.
El Macarenazoo nace de una actitud reflexiva, de un punto de vista sobre los fenómenos que nos aquejan. Un arma empleada con conciencia. Un arma que pretende ser semilla de muchas armas. No es la panacea. En este primer número, no pretendemos ser la gran cosa, tampoco somos caudillos, ni creo que algunos de mis compañeros pretendan serlo. Sólo somos un pequeño modelo de lo que puede hacer la academia. De cómo la academia puede utilizar sus herramientas para pensar racionalmente medios de comunicación y que estos nos den una visión más auténtica de nosotros, de nuestro mundo y sus problemáticas.
Es importante que se generen este tipo de medios de comunicación desde la misma academia, porque desde aquí estos tienen vitalidad, se revisten de un aparato crítico ya que en síntesis, el oficio de una universidad, y más de una facultad de educación, es pensar, pero pensar críticamente. La postura crítica, el pensamiento constante, la autoevaluación tiene coherencia desde la universidad solo si en ese pensamiento crítico buscamos la independencia y no la obediencia. No se piensa cuando solo se hace el ejercicio de imponer modelos extranjeros.
Somos concientes de que El Macarenazoo, tiene muchas falencias, de hecho nos gustaría contar con la participación de otros proyectos curriculares, de otras facultades, de otras instituciones, de los colegios y de la misma comunidad de la que hemos venido hablando, pero tenemos la esperanza que ustedes se motiven a ser parte de esta propuesta comunicativa. Sólo con la constante lectura, evaluación y participación que puedan otorgar los lectores a estas hojas grapadas, este periódico, dejará de ser simplemente el producto de un árbol para convertirse en una herramienta de la resistencia.
Las máscaras existen. En principio es bueno saber que las tenemos puestas. Solo si nos damos cuenta de lo incómodas que son podemos enfrentarnos a ellas. No queda más. Es prudente, en estas épocas en las que en muchos lugares se están dando síntomas de inconformidad, ALZAR LA VOZ. Es consecuente decir que nosotros también estamos cansados, que nos aburrimos de la fiesta, que la música es monótona y que la poca comida que nos han dado es pésima. Podemos decirlo, claro que podemos decirlo, para eso, nosotros somos los que pagamos para estar en la fiesta. Tenemos derecho a reclamar porque, aunque esta rumba ha sido pensada desde afuera, en realidad es nuestra, nos cobran por la entrada, hacemos la vaca para mantenerla y además, el lugar donde se lleva a cabo es nuestro, es totalmente nuestro y en eso si deberíamos decir que somos colombianos.
Para terminar, recibo con mucha tristeza el hecho de que María Luisa Calle haya recibido la medalla y más de manos del presidente que más ha regalado el país al imperio. Personalmente, ella es una gran ciclista y no tenía ninguna necesidad de apelar a una decisión del comité internacional. Es una lástima que el país le haya volteado la espalda y lo que es peor, es una lástima que una gran deportista haya tenido que humillarse sólo porque todos estamos pintados y lo que decimos, pensamos y reclamamos solo es una farsa para los de afuera. María Luisa no necesitaba ninguna medalla, debió tenernos a nosotros.
MUCHAS GRACIAS.
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