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24 April 2008

Farándula: "lea Fémina Suit en este fin de semana",
















Femina Suit de R. H. Moreno DURÁN.


Por Carlos Marín.


En 1927 Alexander Calder, un joven ingeniero de veintinueve años de Filadelfia debuta por primea vez en el Salón de Humoristas con unas sugerentes figuras hechas de alambre bruto, crudo y maleable.



Las metálicas imágenes pronto irían adquiriendo la movilidad motora que le conferiría un ingeniero, y en 1932 el mismo salón vería las construcciones abstractas animadas eléctricamente. Pero solo hasta un lustro después la belleza de la forma se vería bajo la luz inherente de la poesía natural de los movimientos, como una pieza musical que esconde su rúbrica de viento y cambio de las ondas sónicas. Las esculturas se moverían en una techumbre singular con el arbitrio armónico del aire.


Durante años, el juego lingüístico de Juego de Damas, la primera de la trilogía Femina Suit, de Rafael Humberto Moreno Durán ha sido considerada la obra literaria más parecida a los trabajos de tal escultor.


Como en el techo celeste de Calder, cada personaje de la novela adquiere una respiración propia, y además un tono propio y una sonoridad en medio de las múltiples voces que acompañan la novela. Una novela que desafiaría todos los recursos conocidos en la lengua hispana, así como las figuritas metálicas de Calder, en su simpleza y anatomía, desafiarían toda la estética de la escultura.


Durante los primeros intentos literarios ejercidos en Colombia, las dinámicas propias de la creación literaria se verían influenciadas por las corrientes barrocas y románticas de la Europa medieval, y la tendencia se mantendría durante un buen periodo. Un mecenazgo de años y años fueron las novelas emblemáticas de María, Manuela y La vorágine, hechas al pulso de una estética de la contemplación. En una feria iberoamericana del libro las editoriales posicionadas se animarían a reeditar con una fuerte demanda las tres novelas de mayor referencia, y pocos escritores se atreverían a irrumpir con potencia devastadora en la tradición corpulenta de tales novelas. Entre ellos solo un personaje cobraría el revuelo de la incertidumbre y el gusto en una baraja amplia del sector reducido de los lectores latinoamericanos. Era un joven caribe, periodista por opción más que por vocación, que acostumbraba a utilizar medias rojas con sandalias de tierra caliente en la sabana bogotana, junto con pantalones de cuadros y chaquetas gallinetas.

Era un tal García Márquez, y solo sería reconocido en la época de Rojas Pinilla cuando tuvo la osadía, un poco azarosa, de escribir la historia de un náufrago, gloria patria y muestra del arrojo y valentía de la marina Colombiana, que anduvo varado a una pequeña balsa hasta llegar a la costa caribe luego de que la flota naval se hundiera junto con el contrabando traído de Estados Unidos. Sin importar los traspiés y las calamidades propias de un gobierno dictador, la prosa de García Márquez sería el primer conato de una corriente que asumiría la posición de revisar atentamente las creaciones existencialistas de Sartre, Woolf, Camus, y a los grandes escritores como Joyce y Faulkner, antes que a la venerada Real Academia de la lengua. La exactitud de las prescripciones sintácticas y formales propias de María o Manuela se vería trasgredida por una ristra de oximorones y de extravagancias a nivel semántico que empezarían el largo peregrinaje de las letras de lengua española. La llamada tendencia del realismo mágico junto con el famoso boom latinoamercano marcarían una irrupción definitiva en el campo literario, y por lo tanto los nuevos escritores después de García Márquez se verían influenciados por la magra y arrolladora potencia del novel. Así mismo los escritores contemporáneos a él, con intenciones parecidas, que se verían absolutamente anubarrados y eclipsados, tendrían que reajustar su propio estilo y entrar a batallar en la lid de la crítica con entusiasmos tan renovados y sugerentes que no dieran pie a ser clasificados en la misma tendencia. Tal fue el caso de personajes tan notables como Germán Espinosa o Plinio Apuleyo. Y entre los primeros encontraríamos, desde luego a R. H. Moreno-Durán, considerado no solamente el escritor más prolífico de la literatura posmoderna, sino además una muestra de la pluralidad y originalidad de los escritores pos boom.
R.H. Moreno-Durán nació en Tunja, Colombia, en 1946. Cursó Derecho y ciencias políticas en la Universidad Nacional, y durante un periodo de más de tres lustros vivió en Barcelona, haciendo lo que él mismo llamaría luego “el capítulo catalán”. De modo alusivo podríamos referenciar sus ensayos De la barbarie a la imaginación, Taberna in fábula, Denominación de origen y Como el halcón peregrino; su volumen de cuentos Metropolitanas y Cartas en el asunto. En 1998 obtuvo de manera aventajada el Premio Nacional de Ensayo. Pero sus aptitudes, desde luego son mucho más compatibles con la novela como género. Los felinos del canciller –finalista de los premios Nadal (Barcelona) y Rómulo Gallegos (Caracas) –, Mambrú (Alfaguara, 1996).El Caballero de la Invicta, la trilogía Fémina suite (Alfaguara, 1997), apreciada por la revista Semana como «una de las cinco novelas colombianas más importantes del sigloXX», son claras muestras de la pluma versátil de Moreno Durán. Una amplia baraja de sus obras ha sido traducida al inglés, al francés, al alemán e incluso al árabe. Una faceta desconocida, Durán como dramaturgo, la vemos en una de sus últimas obras publicadas, Cuestión de hábitos, considerada por la crítica una de las parodias más lujuriosas de toda su obra.
Es la trilogía Fémina suit quien se encarga de orientar la suerte de Moreno Durán como prosista consumado. Consta de las novelas: Juego de damas, El toque de Diana y Finale capriccioso con Madonna.
Cada una de las novelas tiene un universo propio, una técnica heterogénea, así como un estilo diferenciado y un tono especial.. El toque de Diana es concebida como la cinta Moebius. “la cinta Moebius, por su parte, por Augusto Fernando Moebius, y consiste en una banda a la que se le da media vuelta en uno de sus extremos, que luego se juntan. El espacio así obtenido tiene una sola cara, o si requiere, puede pasarse de una a otra sin cruzar ninguna frontera: basta llevar el dedo a lo largo de la cinta para comprobarlo. Inclusive si se usa como banda transportadora, puede verse cómo se gasta igualmente por ambos lados” (Entrevista personal con Rafael Humberto Moreno Durán, 21 de diciembre de 1987). Es una especie de puente entre la novela primigenia y el desenlace de la trilogía, y se puede uno dar perfecta cuenta de la labor de vínculo de la prosa. Su mismo autor dice que su duración es tan solo de un segundo, y el tiempo transcurre de una manera tan fluida que es imposible diferenciar entre su comienzo y su final, tal como puede llegar a ser un momento en la realidad de un individuo, un instante eterno que no representa mayor complejidad social, pero que está plagado de singularidades. Como la cinta de Moebius. Llena de magia, pero en todo caso, un descubrimiento, un recurso.
Finale Capriccioso con Madonna tiene una estructura lineal, una progresión de índices, tal como se entiende en la semiótica anglosajona, que desemboca en una explosión ternaria. En este caso encontramos que Moreno Durán trabaja como índice principal el número tres. Vale la pena destacar que la referencia a la matemática pitagórica, el sincretismo, el cultismo, son recursos propios de la modernidad, pero el hecho de que se pueda jugar con la trilogía de Fémina Suit, y que además, dependiendo del orden de la lectura resulte una interpretación diferente da claras muestras de que lo intentado allí es una forma de hacer de la escritura algo sincrético, pero plástico, y de la lectura algo polisémico y laxo, pero que necesariamente involucra demasiado al lector como para tildarla de formal.
Juego de Damas fue elaborada, tal como dijo él mismo en un libro autobiográfico – La augusta sílaba - con base en la teoría de Calder. Allí nos damos cuenta de que elementos aislados como los títulos, las citas, a tipografía o la manera de encasar las columnas del primer capítulo, no son para nada ni circunstanciales ni fortuitos. Muchos de los críticos insisten en afirmar que el hecho de circunscribir la historia del primer capítulo en tres columnas y además empezar a jugar con la polifonía desde allí mismo es una evidencia de jugar con los acordes, con la música y con la tonalidad, no ya como recurso en si mismo, sino también como fondo formal, como si a forma y el contenido se fundieran en busca de la unicidad categórica. Un acorde es definido como la unidad de tres notas musicales del mismo orden cromático. En este caso, se entiende a tal manera de concatenar la escritura, como una Anagnórisis. Tal se define como el enlace de la escritura en tres pasos: el acto, el momento y el lugar, que para el caso serían una vida, una idea y un mundo. Una historia, que como concluirá el lector al llegar al final del segundo capítulo está para ser contada bajo el árbol de la pena.
En cuanto a la polifonía, esta se caracteriza, al como sucede en una pieza de ópera. Cuenta con tres voces y una auxiliar de ambientación: el superius, que será caracterizado por la Ninfa Eco, y se verá contaminado por los marasmos y las maravillas oníricas de la droga; un tenor, que será durante la mayoría de las páginas, la voz de la hegeliana, Constanza, quien se desaparee en el primer capítulo con 23 años y luego aparee en una fiesta con 42. Tal como sucede con las figuras de Calder, solo se puede ver en un salón, y como telón de fondo se ven los personajes deambular con el viento como briznas llenas de personalidad y de complejidades. En Juego de Damas se ven fórmulas que la narrativa moderna no apreciaría en ningún momento como apropiadas. Incluso el mismo hecho de la ironía, la ambigüedad y la falta de claridad argumental son claro ejemplo de ello. Se burla de su propia escritura. Una forma de decir que la única manera de encontrar el conocimiento de un momento es mediante la propedéutica, el diálogo socrático, no sin antes pasar por una especie de sátira de Melibea, una burla constante, casi escatológica, morbosa y lujuriosa del cuerpo como plataforma cultura. Como dijo Durán, “aquel estado de de no man’s land: incomprensible, pero presente, inasible pero real, omnipotente peo incapaz de actuar, como dicen que es Dios”

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